La ingeniera agrónoma María Angélica Kees fue una de las colaboradoras para que la edición saliera a la luz. Dialogó con Conclusión sobre la vida del autor y su obra, como también del encuentro que él mantuvo con Perón en Madrid, en 1972. "Es un libro indispensable".
Nuclear. ¡No gracias! es el título del libro póstumo del ambientalista, cineasta y constitucionalista Juan Schröder que se presentó en la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires la semana pasada. La obra es el corolario de una extensa trayectoria: fallos judiciales inéditos, luchas, reformas constitucionales, ponencias e investigaciones, entre otros sucesos que tuvieron como referente principal a su autor, fallecido en 2021.
Prolífico y tenaz, Schröder fue uno de los que trabajó en materia medioambiental en la reforma de la Carta Magna de 1994. Años más tarde, un litigio con una empresa japonesa por las toninas overas del sur sentó las bases en el Derecho Ambiental de la figura legal “intereses difusos”.
A partir de ese fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a favor del ambientalista, quedó establecido que cualquier persona puede reclamar por derechos medioambientales aún si no es un afectado directo.
“Nuclear. ¡No gracias!” reúne, entre otros temas, documentación diversa e inédita, un análisis detallado de cuánto dura en el ambiente la energía radiante y el peligro que significa para la salud. También muestra archivos de investigación sobre las pruebas que Estados Unidos realizó en humanos con material radioactivo.
En diálogo con Conclusión, la ingeniera agrónoma, ambientalista y funcionaria chaqueña María Angélica Kees, quien colaboró en la edición del libro y estuvo al tanto de las investigaciones de Schröder, contó sobre el contenido de la obra y la vida de su autor.
Entre muchos de los recuerdos que evocó está la ocasión en que Schröder fue invitado en 1972 por Juan domingo Perón a Puerta de Hierro, en Madrid, y en donde pudo ver, de puño y letra del general, la Carta Abierta que después se conoció como el “Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo” y que el 5 de junio de ese mismo año se presentó en la primera reunión de las Naciones Unidas sobre Medioambiente y Desarrollo.
“Antes que nada, Juan Schröder fue constitucionalista. Trabajó mucho el artículo de la reforma de la Constitución de 1994 del Derecho al Ambiente Sano y también el deber de restituirlo cuando se lo daña. Logró acuerdos de base para que quede muy claro que Argentina no podía ni debía ser destinataria de desechos nucleares”, explicó Kees.
La ingeniera agrónoma también relató el litigio que mantuvo Schröder con Kattan “en donde sientan las bases de la defensa de lo que son los intereses difusos, que no existía en el mundo hasta ese momento y ellos logran el reclamo en defensa de las toninas overas en el sur de Argentina en donde un grupo empresario japonés se las quería llevar”.
“Hasta ese momento –explicó–sólo podían litigar en cuestiones ambientales quienes eran afectados directos y ellos logran sentar las bases de que alguien pueda reclamar por cuestión ambiental, aunque no lo afecte en su cuerpo y en su entorno directo, sino como parte del gran ecosistema planeta tierra que, cuando se afecta un elemento, se afecta todo lo demás”.
“Juan Schröder hizo un documental sobre la vida de Eva Duarte y Perón lo invitó en 1972 a España, a que fuera a visitarlo. En ese encuentro personal se selló una amistad, pero además Juan (Schröder) pudo ver, de puño y letra del general Perón, el texto de lo que después se llamó Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, en donde Perón marca mucho los antecedentes ambientales”, dijo.
“En febrero del 72 –continuó– el general Perón plantea esa carta abierta en donde dice que lo económico no es lo único prioritario, que depende también lo ecológico y no era una visión que había en ese momento. Él lo dice en febrero o marzo del 72 y en junio se reúne por primera vez Naciones Unidas en Estocolmo, Suecia, y de ahí viene que celebramos el Día Mundial del Ambiente, porque fue la primera reunión de Naciones Unidas sobre Medioambiente y Desarrollo”.
“Es decir, que la carta que presenta al mundo Perón fue anterior incluso a la reunión de Naciones Unidas y, de hecho, fue uno de los documentos que se usaron en esa reunión. Se ve que tenía una visión extraordinaria”, remarcó Kess.
También recordó que cuando Perón asume el poder en la Argentina, a su regreso de España, instala la primera Secretaría de Medioambiente en América Latina y la pone a Yolanda Ortiz como secretaria. “De allí que tenemos hoy la ley Yolanda, por ella. Había caminos interesantes en las perspectivas de Perón”.
Fragmento de la entrevista a Angélica Kess (AUDIO)
“En 2013 Juan Schröder escribió un texto sobre la cuestión nuclear y a mí me pareció tan claro que le dije que tenía que dejar por escrito toda esa información que manejaba después de tantos años de militancia. Juan era antinuclear, pero en el sentido de la energía nuclear como fuente de energía. Los otros usos, bueno, podemos sentarnos a conversar”, reflexionó Kees.
Un año después, el ambientalista empezó a escribir sobre la cuestión nuclear planteada como “la oligarquía nuclear” y así cuenta en el libro lo que pasó en Fukushima y en Chernobyl.
“Todo está en el libro. También reproduce un documento que ha circulado mucho, que es una carta que escribe Jaque Cousteau sobre la cuestión energética y que me parece que es muy importante”, señaló.
Otro de los documentos que se publican es una entrevista al vicealmirante Carlos Castro Madero, designado durante la última dictadura cívico militar como delegado de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
“Fue uno de los personajes negros de nuestra historia que tanto ha tenido que ver con la ruleta rusa a la que nos obligan a jugar con la energía nuclear. Por esta razón me parece que el libro es imprescindible y oportuno, porque aún cuando Juan no esté vivo, queda un planteo muy claro respecto del verdadero impacto de la energía nuclear», sentenció la agrónoma.
“En uno de los capítulos Schröder hace un minucioso análisis de cuánto dura en el ambiente la energía radiante y que es peligrosa para la salud. Estamos hablando, en algunos casos, de 100 mil años. No existe siquiera la posibilidad mental de comprender esta dimensión de tiempo, teniendo en cuenta que uno vive entre 70 y 80 años, con suerte”.
En otro de los capítulos, al que Kees consideró como “espeluznante”, se muestran documentos originales de las pruebas que se hicieron en Estados Unidos con personas determinadas sobre el impacto de la contaminación nuclear.
“Es información que no está en todos lados. Cuando yo leí ese capítulo de Juan no podía, la verdad, más que llorar pensando en las familias que tuvieron que descubrir muchos años después, de que sus familiares habían sido conejitos de indias de esta corporación oligárquica nuclear que, a nivel del mundo, parecen estar todos de acuerdo”.
“Una de las cosas que Juan discute mucho, y que se ve en el libro, es que no se prestó mucha atención a determinados índices porque se consideraron los beneficios económicos: ‘Que el impacto sea tan bajo como razonablemente posible dice en una parte del libro’”.
Kees citó también a Raúl Montenegro, amigo de Schröder y a quien consideró como “otro de los monstruos en la Argentina en este tema” y que también aseguró que “no hay dosis segura en lo nuclear y que cualquier nivel de radiación tiene riesgo”.
“Creo que vale la pena leer el libro porque abre un abanico de información que no ha estado al alcance de los ojos y de la toma de conciencia de toda la sociedad. Nosotros sólo hemos oído el discurso pro nuclear y el discurso de que nosotros somos como de punta tecnológica en el mundo y en realidad podemos usar esa tecnología para la salud y para muchas otras cosas más, pero deberíamos tener mucho cuidado con los usos para obtener energía de lo nuclear”, concluyó Kees.
Publicado en Diario Conclusión.
El Diego o “Pelusa” como lo llamaban en su casa desde chico, jugaba para Los Cebollitas de Argentinos Juniors que dirigía Francis Cornejo. Su participación en los Juegos Nacionales Evita de 1973 fue una de las primeras incursiones públicas del 10
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Foto: Twitter @ilpeto |
Por Graciana Petrone (nota publicada el 5 de marzo de 2019
Si algo no tiene margen de discusión es que El Diego es El Diego, no hace falta aclarar a quién se hace referencia. Ya sea una declaración que brinde a los medios; o si sigue en pareja con Rocío Oliva o con la madre del pequeño Dieguito Fernando; o si su estado de salud tambalea; o por tener a los hinchas en vilo viendo un partido de Dorados de Sinaola de la B mexicana. Nada queda en las sombras. Con Diego eso nunca va a suceder.
Y esta semana, mientras festeja otro triunfo de Dorados y le gana un partido judicial a Claudia Villafañe, que le ordena entregar sus trofeos de guerra (camisetas históricas y premios), una foto que fue subida a Twitter provocó un sinfín de reproducciones y generó que muchos recordaran con ternura el inicio de una carrera gloriosa.
La foto salió publicada en El Gráfico a fines de diciembre de 1973. La imagen es entrañable. El pibe de Villa Fiorito –con la camiseta 10 del equipo Los Cebollitas–, se acercó a consolar al jugador correntino Alberto Pacheco, que había perdido contra Entre Ríos en los Juegos Nacionales Evita, disputados en Embalse, en el Valle de Calamuchita.
Y como todo lo que hace y dice Diego genera alguna discusión, hasta en la nota publicada en El Gráfico a fines del 73 se pone en tela de juicio dónde se hospedó cuando viajó a Córdoba. Sí, una simple imagen de Maradona de purrete, genera discusión y polémica, así fue y será su vida, dentro y fuera de la cancha.
De acuerdo a las declaraciones y recuerdos de quienes estuvieron en aquella edición de la competencia, “Maradona estuvo en Embalse y no en Río Tercero” y se habría alojado en el hotel de la Unidad Turística.
Eduardo Luchini, jefe de atención al turista de la UTE, contó a El Gráfico: “Maradona vino con Los Cebollitas al Torneo Evita y no a Río Tercero como él cuenta en su libro. Fue acá, en Embalse. Y los partidos se jugaron en la vieja cancha del hotel 1, donde ahora hay una de rugby. Recuerdo que a todos nos recomendaban ir a ver un negrito que tenía la 10 de Argentinos Juniors y era una barbaridad. Me acuerdo del partido con los santiagueños. Justo ese año, 1973, empecé a trabajar acá, en los hoteles. Y estando en el hotel 6, donde había como un gran depósito de elementos deportivos, conseguimos camisetas para los chicos santiagueños, que habían tenido un problema. Me acuerdo del partido, y si mi memoria no me falla, con Maradona jugaba Domenech. Los Cebollitas los tenían locos a los santiagueños, pero sobre el final, uno de ellos les clavó un zapatazo de mitad de cancha. Y se fueron a los penales, y les ganaron a los de Argentinos. Después salieron campeones. Pero ese negrito flaquito, que después fue Maradona, era tremendo. Mucha gente iba a ver al 10. Muchos aún dicen que lo vieron en el Polideportivo. Y no, fue en la cancha del hotel 1, donde también había canchas de básquet, y ahora está todo destrozado. Había tribunas de madera. Mi viejo hacía el sonido del evento y después le dieron una medalla. No puedo recordar, pasó mucho tiempo, dónde se alojaron Los Cebollitas, si fue en hotel 3 o en el 5(…)”.
Lo que contó Luchini contradice a lo que el mismo Maradona relata en su libro “Yo soy el Diego”, a través de la pluma del periodista deportivo Ernesto Cherquis Bialo. Claro está, que para mucha gente, Embalse y Río Tercero es lo mismo.
Diego llegó a Embalse en diciembre de 1973, con 13 años, para disputar los Juegos Nacionales Evita que se habían suspendido en 1949 y que el gobierno se decidió retomar con el retorno de la democracia.
“Cuando asumió el gobierno peronista en 1973 con el doctor Cámpora, en el lugar donde se hizo el complejo deportivo del hotel N° 1 de la Unidad Turística había un bosque. Yo mismo vi cuando arrancaron los árboles e hicieron un complejo que tenía pista de atletismo, canchas de tenis, un círculo para lanzamiento de martillo, y la cancha de fútbol”, contó a la reconocida, aunque ya inexistente revista deportiva, José Pérez, un respetado comunicador de Embalse.
El Diego o “Pelusa” como lo llamaban en su casa desde chico, jugaba para Los Cebollitas de Argentinos Juniors que dirigía Francis Cornejo. Su participación en los Juegos Nacionales Evita de 1973 fue una de las primeras incursiones públicas del 10.
¿Cuánto de mito o de verdad generó su visita entonces? ¿Será cierto también que muchos se “peleaban” por regalarle una Coca “al negrito que la rompía cuando salía a la cancha” al final de cada partido? ¿Será real que Jorge Cysterpiller no lo dejaba ni a sol ni a sombra y era el único que le acercaba un refresco al 10? Como muchas cosas que giran en torno a la figura de Maradona quedarán en discusión entre los que fueron testigos de aquello que ocurrió tras las sierras. Lo único que no deja margen para la duda es el consuelo que aquel pibe de Villa Fiorito le dio al futbolista correntino, luego de la derrota de su equipo, y que quedó inmortalizada en una foto que pinta de cuerpo y alma cómo era Diego cuando entraba a una cancha de fútbol.
Para Diario El Ciudadano
Barrotes cerrados que impiden sanar el dolor, un juego en el que sube el que más dinero tiene y baja el que no tiene, la transformación de la fragilidad a la fortaleza para poder luchar y el grito de indignación por la desigualdad de la riqueza en el mundo.
Las obras de los cuatro artistas plásticos argentinos que fueron seleccionadas para exhibirse en la sede de la ONU en Ginebra, Suiza, tras la convocatoria internacional #ImagineEquality “El arte de la igualdad. Un viaje hacia la Justicia”, están fuera de toda comprensión formal, ya que en cada una de ellas hay historias: las de sus autores y la de la gestación de la obra misma que, con sus particularidades, pronuncian un pedido desgarrador de igualdad a través de una de las formas más antiguas de expresión: la pintura.
La mega muestra, en la que fueron seleccionadas 38 obras de artistas de distintos países, concluye este 20 de octubre en el Palacio de la ONU en Ginebra y fue parte de la celebración de los sesenta años de la Fundación del Instituto de Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD). Argentina, además, fue junto con Camerún uno de los dos países que tuvo cuatro representantes en la exhibición: Otto Gustavo Soria con su obra “Sube y Baja” –que además fue premiada– y Carlos Clementt con “Pobreza CEO” en la categoría Justicia Económica, respectivamente; Priscila Freire Yoder con “Hospital cerrado” en Justicia Social y Rubén Pérez Barrios con “El grito de la libélula” en Justicia de Género.
Los cuatro artistas argentinos que contaron el proceso de construcción de sus trabajos de manera pormenorizada y el compromiso social y emocional que hay detrás de cada una de sus producciones.
Otto Soria. Un juego en el que algunos pierden y otros ganan
Otto Soria hace cinco años que viene trabajando en “Libro de quejas”, una edición que consta de quince obras que, según contó, “todas responden a reclamos sociales y a la memoria colectiva. Sube y baja es parte de ese conjunto”.
Al hablar sobre cómo se gestó la pintura ganadora, una acuarela de 45 centímetros por 70 centímetros, el artista señaló: “La idea surgió por la desigualdad que hay en reparto de las riquezas y esa imagen se me ocurrió como para evidenciar cuán explotados están los pobres y que esa explotación sirve, de alguna forma, para que haya ricos”.
De hecho, Soria explicó que lo planteó como “un juego” y que en “Libro de quejas”, la acuarela está acompañada por un texto de su autoría que contiene una suerte de “instrucciones para ese juego en donde se indica que para ascender en ese sube y baja hay que usar dinero y, para descender, hay que perderlo”.
Soria trabaja en publicidad e intenta mantener al arte como un hobby para que, justamente, “la economía no invada el arte para poder crear libremente, sin tiempo de entregas”, y simplemente expresar lo que siente.
En 2022 expuso de forma individual en una galería de Puerto Madero en Buenos Aires en donde presentó todas las obras pertenecientes a la serie que integra el libro. También lo hizo en el marco de La Noche de los Museos en el aula de un colegio y el original de “Sube y baja” estuvo allí. Dibujante talentoso, comenzó con el lápiz y luego incursionó en la pintura con acuarela. “Me gusta porque tiene eso de incertidumbre, como la vida, uno piensa una cosa y después se va desbordando para otros lados y hay que ir tratando de reacomodarla. Es un poco el desafío tratar de domarla”.
Sobre la noticia de la selección, y luego la de la premiación dijo que lo alegró mucho. “Un poco el objetivo de mi trabajo –agregó– es señalar, marcar, llamar la atención sobre las cosas que considero están mal y que deberían ser de otra forma. Que Naciones Unidas tome a la obra para mostrarla es como que la amplifican, que le metieron un telescopio y la lanzaron al más allá”.
El compromiso social atraviesa todas las obras de los argentinos y a respecto Soria destacó: “Desde el arte se puede llamar la atención para que estos temas no queden tapados. Se me viene a la mente el Guernica de Picasso El arte es una manera linda de contar desgracias e injusticias y él, a través de algo muy bello, cuenta un verdadero desastre y es una forma de llegar a las personas”.
Rubén Pérez Barrios. Desde la fragilidad a la fortaleza
“El grito de la libélula” está inspirada en el 8 de mayo, el día en el que se recuerda a las víctimas de violencia institucional. En ese marco varios artistas habían sido convocados por el Ministerio de Cultura de la nación y la temática que eligió Barrios, desde la provincia de Santa Fe, fue con un hecho histórico que ocurrió en una de las comisarías más trascendentes de la ciudad capital de Santa Fe. “Un espacio que hoy se guarda para la memoria y en donde que se vejaba, se torturaba y se perseguía a grupos minoritarios, este caso al colectivo trans. A partir de una investigación, hablando con las chicas y escuchando distintos testimonios, es que surgió ‘El grito de la libélula’, una transformación de un estado de fragilidad a uno de fortaleza para la lucha”.
Pérez Barrios consideró que la obra “interpela sobre cuál es el papel de cada uno a la hora de defender los derechos”, en algunas ocasiones por la omisión, el silencio, o mirar para otro lado”.
El trabajo seleccionado del artista de profesión, de 54 años, nacido en Rosario y con más de tres lustros de vivir en la ciudad de Villa Gobernador Gálvez, es un mural de cinco metros de ancho por más de dos metros de alto. “En este momento está en la Fábrica Cultural el Molino, pero están desarmados. La idea es que a partir de la repercusión que hubo, tenga un lugar de descanso permanente en donde las personas puedan verlas en ese tamaño”.
Con casi 25 años de trabajo en el ámbito de las artes plásticas, galardonado y distinguido en varias ocasiones, Pérez Barrio dijo sobre la noticia de la sección de la UNRISD: “Siempre es un orgullo porque se trata del trabajo de uno y, especialmente, porque uno trata de comunicar cosas, uno elige el camino que va a andar a través del arte y muchas de mis obras tienen que ver con eso de lo social, o de la denuncia de distintas situaciones en el mundo y obviamente cuando hay una repercusión, cuando el mensaje que se quiere expresar llega a más personas es como un logro personal y hace que uno se sienta orgulloso de su trabajo”.
El artista rosarino trabaja pintando murales en distintos espacios abiertos en localidades del interior de la provincia de Santa Fe y el compromiso social está fuertemente vinculado a la esencia de sus obras.
“El muralismo tiene que ver con el dejar mensajes. Siempre digo que los artistas muralistas, por lo general, cuando tienen que llevar su obra a cielo abierto, donde los espectadores son desconocidos e innumerables, se tiene pintar pensando en el espectador. Creo que eso hace que baje el ego de uno y suba la intención de poder comunicar algo. Si bien pinto en mi atelier, tengo una pasión muy marcada con pintar a cielo abierto y poder comunicarme”.
Sobre el mural en sí, Pérez barrios consideró que “es un desafío”, y que hoy “el arte tiene mucho de frivolidad y compite con la decoración”, aunque quizás sean modas o etapas, agregó que, a la hora de “hacer obras que inspiren o hagan preguntar cosas, se le da más trascendencia a lo decorativo”, pero que “es parte del juego y no deja de ser un desafío, como están las cosas, la decisión de pintar a cielo abierto con un contenido que suele ser bastante duro”.
Actualmente, el rosarino contó que tiene varios proyectos, pero remarco que los artistas necesitan más respaldo porque, en definitiva, su trabajo es un oficio: “Pagamos impuestos y no es una cuestión de pintar porque se tiene un tiempo libre. Es el trabajo de uno y a veces a nos gustaría más apoyo en ese sentido. Nos pasa al intentar vender nuestras obras y demás.
Yo puedo vivir del arte, obviamente uno lleva una vida sencilla, pero bueno, tengo esa satisfacción y que además me convoquen permanentemente para pintar murales, me dan la temática y me dejan decidir y, en base a eso, hago una composición”.
Finalmente, Pérez Barrios contó que uno de sus murales, que se erige en la Estación Rosario Norte de Rosario, tiene que ver con la migración. Se trata de una obra que habla sobre lo doloroso del destierro, ya sea el tener que haberse ido por razones económicas o por muchas otras. “Hay un alambre de púas y una muñeca enganchada en ese alambre como diciendo: los niños también sufren ese desarraigo al cruzar una frontera”.
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El grito de la libélua, mural de Pérez Barrios. |
Priscila Freire Yoder. Hierros como obstáculos que impiden sanar.
“Hospital cerrado” es la obra seleccionada de Priscila Freire Yoder, nacida en Córdoba. Desde que terminó sus estudios secundarios su deseo era estudiar Arte, incluso cursó dos años el Profesorado, pero según contó, debió abandonarlo por razones económicas. “Estaba entre estudiar arte o Trabajo Social. El arte me parecía como pintar flores, retratos y cosas lindas para adornar, y me dije: ‘Quiero hacer algo que pueda transformar a la sociedad’, y a la semana se inscribió en la en la Licenciatura en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Córdoba (UCA).
Después, se trasladó a Buenos Aires en 2006, creía que iba a ser temporal y regresaría a Córdoba, pero comenzó como Voluntaria en la Asociación Civil en la que lleva 17 años como integrante. Al tiempo se postuló para una beca de investigación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la obtuvo, por lo cual se quedó para desarrollar la maestría en diseño de Políticas y Programas Sociales.
“La vida seguía en la intervención, trabajando desde esta asociación civil y después ingresé a trabajar en el ámbito de la Salud, primero en salas comunitarias y luego en hospitales”.
Sobre la construcción de la obra contó: “No quiero que quede como la obra puntualizar un hospital en un día, en una situación, pero la obra fue pintada a partir de un hospital en un día en una situación. Se cerró la puerta porque había paro. Nunca fui partidaria de los paros que afectan el pueblo contra el pueblo. Nuca había visto las rejas cerradas del Hospital, la gente siempre entraba y se le decía que había paro y la gente podía llegar a la guardia”
Freire Yoder evocó que siempre que había una medida de fuerza quedaban personas y profesionales en el centro de salud que le daban cierta contención a los pacientes: “Pero ese día se cerraron los portones y no había ni siquiera atención mínima en medio de la sensación del dolor, del sufrimiento, del padecimiento y del decir: ‘No puedo pasar, no puedo acceder a que alguien me calme el dolor’.
La artista plástica y trabajadora social asiste desde su lugar a pacientes que padecen tuberculosis. “La gente llega destruida. Pueden llegar con un dolor fuertísimo, pero para ellos es parte de la vida cotidiana. Hay mujeres que vienen a tener a su bebé y nunca se hicieron una ecografía”, señaló.
En “Hospital cerrado” la artista detalló que “hay tres personas agarrando barrotes que son obstáculos en el acceso a la salud y que a veces tienen que ver en qué momento de su enfermedad llegan a recibir la atención”.
“¿Qué nos está faltando para que la gente pueda acceder a su diagnóstico, está el acceder también al tratamiento, a la prevención, porque incluso hay enfermedades que no deberían darse? En este momento estamos tratando enfermedades que no deberían existir como la tuberculosis, que yo trabajo tanto y que sigue existiendo”.
“Creo que la gente no tiene que tener barreras para llegar a la salud y a mí me pasó el dolor por las vísceras y por eso mi cuadro es tan visceral. Le ves la mirada, lo ves por dentro, le ves los pulmones lastimados, hay una mujer embarazada y el bebé está con una expresión como diciendo ¿Qué va a ser de mí? Es lo que intenté mostrar.
Inspirada en el pintor ecuatoriano Oswaldo Aparicio Guayasamín, fallecido en 1999, Freire Yoder intenta reflejar el concepto humanista del artista que, en un período de su vida, dejó de pintar cuadros decorativos y con la venta de una de esas obras recorrió América Latina y, cuando volvió a Ecuador, dejó de pintar lo que pintaba para empezar a reflejar el dolor del pueblo y dijo: “Mi arte es un grito de dolor que quiere herir y lastimar”.
“Creo también que mi cuadro no es solamente para mostrar el dolor, sino que intento dar esperanza”, agregó.
La artista contó que en el reverso del cuadro hay una pintura abstracta. La obra está expuesta en el hospital donde trabaja y dijo que cuando la situación en el ámbito laboral es demasiado triste y desgarradora, “cuando ya el dolor es mucho”, lo dan vuelta y muestran la obra abstracta.
La noticia de la preselección y luego de la selección final llegó con mucha emoción. Había enviado dos obras. “Estaba a la expectativa y presentía que alguno iba a encontrar su lugar porque era algo que tal vez no mostraba una belleza estética, pero que es una arte que levanta la voz de los que no tienen voz y que tienen que ser vistos y escuchados.
“Para mí, mi obra es mi trayectoria de dolor. Uno se va del trabajo pensando en que puede allanar el camino, porque algunos tienen una alfombra roja para llegar a la salud y otros tienen miles de obstáculos y tiene que ver con los vacíos, porque hay diez turnos para 500 personas que están haciendo la cola. Soy muy sensible, lo voy absorbiendo y el pincel y la pintura me permiten expresarlo”.
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Hospital cerrado, Priscila Freire Yoder. |
Carlos Clementt. Entre el agobio, la asfixia y lo injusto.
“Pobreza CEO” es la obra del artista Carlos Clementt quien intentó plasmar el agobio y el grito ante la injusticia en el reparto del dinero en el mundo, señalando la teoría de derrame. “A esta obra la comencé en el año 2021, cuando salió el caso de los Panamá Papers, que provocó en mí una indignación muy grande. Cuando empecé a pintar no lo hice pensando en eso, sino que fue saliendo. La característica de mi pintura es que es abstracta, no es algo figurativo. Me expreso desde el sentimiento y las emociones”, contó a un medio rosarino.
Y amplió: “Empecé a trabajar y de forma inconsciente comencé a chorrear con colores metalizados y vino al consciente que lo podía asociar con la riqueza, con la teoría del derrame. El cuadro está basado en eso, es una pared llena de agujeros donde desborda la riqueza, por eso hablaba de pintura metalizada, como cobre, plata y bronce. Estaba haciendo unos dibujos y tenía un hombre desencajado, con la cara distorsionada y lo recorté, lo probé y lo puse y quedó”.
Clementt comenzó a pintar desde muy chico, pero a inicios de los años 80 un viaje a Brasil cambiaría el rumbo de su vida cuando comenzó a trabajar pintando tablas de surf. De regreso a Rosario continuó pintando sin exponer e integró el grupo “Pintores del Oeste”. Desde hace 16 años trabaja en centros de salud en prevención de adicciones y desarrolla talleres de arteterapia.
“Cuando me lo comunicaron fue algo espectacular, que realmente no me lo esperaba, no me imagina que una obra mía iba a ser expuesta en Suiza. Es un logro importante, de ser un pintor rosarino a ser un pintor internacional, es una puerta que se abre en mi carrera. Hace 30 años que pinto y nunca pasé de las muestras en Rosario, alguna muestra colectiva en Buenos Aires, pero de repente ser reconocido es muy importante.
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Con la solidez y la atención en el detalle preciso que lo caracteriza, el escritor Eduardo Sguiglia lanza su pluma hacia un universo de historias, acontecimientos y hechos reales, entre ellos, la sangrienta lucha de Hitler por terminar con el comunismo y, en contrapartida, la Gran Guerra Patriótica.
Por Graciana Petrone
En “La redención del camarada Petrov” (Edhasa 2023) el economista y escritor Eduardo Sguiglia regresa al pasado, con un halo benjaminiano que se vislumbra desde el título, para contar la vida de quien le da nombre al libro: el coronel soviético que tuvo que tomar, en cuestión de segundos y en soledad, la decisión que evitó una guerra nuclear entre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Estados Unidos.
Stanislav Petrov estaba de guardia la noche que fue llamada como “El Equinoccio de Otoño del 26 de septiembre 1983”. Se activaron las alarmas de que varios misiles estadounidenses se dirigían a Moscú. “El protocolo era claro: había que responder de inmediato, sin dudarlo, aunque esto desatara un enfrentamiento atómico. La moneda estaba en el aire, el futuro de la humanidad se jugaba en esos instantes”, señala la contratapa del libro. Aún así, Petrov dudó de las señales que emitían las computadoras y fue otra la historia. “Hoy vos y yo no estaríamos hablando”, dice Sguiglia en diálogo con Conclusión.
Con la solidez y la atención en el detalle preciso que lo caracteriza, el escritor lanza su pluma hacia un universo de historias, acontecimientos y hechos reales, entre ellos, la sangrienta lucha de Hitler por terminar con el comunismo y, en contrapartida, la Gran Guerra Patriótica en la que los soviéticos pretendían mostrar que habían vencido al fascismo europeo.
Y ese concepto de “Patriada que no debe confundirse con el cuartelazo (…)”, como escribió Borges alguna vez, aunque en otro contexto y en otros tiempos en el prólogo del poema “El Paso de Los Libres” de Arturo Jauretche, sea quizá lo más parecido al punto de partida de Sguiglia para contar los hechos. Porque Jauretche estuvo allí, en el frente de batalla, mientras que el personaje de ficción que eligió el economista para su novela también lo estuvo: Se trata de Juan Meyer, un médico argentino que en “La Redención del Camarada Petrov” es utilizado para hilvanar los hechos reales.
Meyer estaba al mando de la unidad de combate soviético en una fila de partisanos y, al igual que Jauretche, puede contar la historia desde otro lugar, ya que estuvo en ella. Una novela que mantiene el vilo al lector desde principio a fin, pese a que muchos sepan el final.
— ¿Cómo surge la idea de incursionar en esta historia?
— Me enteré hace veinte años. De casualidad estaba en Naciones Unidas en Nueva York cuando trabajaba en Cancillería, y había un pequeño acto, modestísimo, en donde estaban celebrando lo que había hecho Petrov. Yo no lo conocí, lo vi a unos cuarenta metros de distancia, siempre tuve ganas de entrevistarlo, pero nunca pude. En ese momento una persona africana que estaba allí me explicó por qué lo homenajeaban. Yo me quedé impactado por el modesto homenaje. Le dieron mil dólares y una estatuilla.
—No tiene comparación lo que le dieron con lo que hizo…
— La Asociación de Ciudadanos de Suiza, en un acto de desprendimiento gigante, también le dio mil dólares y una estatuilla. Cuando volví a la Argentina, le pregunté a varios amigos y a gente que había sido del Partido Comunista y también a un gran periodista que ya no vive, que fue Isidoro Gilbert, quien me dijo que algo sabía. Él me consiguió un libro en donde se mencionaba en general el tema, y una nota muy vaga de un periodista inglés. Me quedó dando vueltas en la cabeza y no podía hilvanar cómo narrarlo. Porque yo trato siempre de encontrar una mirada argentina en estos temas y no me cerraba ningún personaje.
— Cómo iba a estar un argentino en las tropas de la URSS de entonces…
—Mientras pensaba estas cosas, de tanto en tanto, sale este documental “El hombre que salvó al mundo” que me sirvió. Reuní otros reportajes y así se fue consumando la idea. En algún momento determinado reuní materiales de algunos argentinos que participaron en la Segunda Guerra Mundial, tanto del frente occidental y otros que fueron partisanos.
—La misma muerte de Petrov fue, de hecho, algo que casi pasó desapercibido…
—Una cuestión interesante. Yo estuve en el Festival de Literatura de Alemania el año pasado y le pregunté a los propios alemanes si sabían de la existencia de Petrov y de lo que había hecho. ¡No tenían la menor idea! Es increíble cómo un hecho de esta naturaleza, que tuvo tanta implicancia para el resto de la humanidad haya quedado como olvidado. No podríamos ni estar hablando del libro y me pareció importante hacerle una redención a él, porque murió solo.
— La decisión que tomó Petrov tuvo sin dudas otras consecuencias para él…
—No la pasó bien. Vulnerar un protocolo. Imagináte la situación entre Ucrania y Rusia hoy, que alguien le vulnere el protocolo a Putin. Y a Petrov, en plena Guerra Fría, se le ocurre no cumplir el protocolo, por razones que están en la novela.
—Pareciera que cambian escenarios y actores
—Cuando estaba pensando en la novela jamás iba a suponer que iba a suceder la guerra entre Rusia y Ucrania. Buena parte de la trama es prácticame4nte el territorio en donde se está combatiendo ahora. Para mí es una enorme y a la vez terrible sorpresa. Pensé que todas estas cosas iban a ser parte del siglo pasado y pensé que, tanto Meyer como Petrov eran personajes del siglo pasado, pero esta situación los actualiza: la Guerra Fría, la lucha contra los nazis, eran parte del pasado.
—Pasan las mismas cosas de distinta forma
—Y qué tristeza. Buna parte de lo que le pasó a Petrov fue una falla tecnológica y estamos supeditados a las falencias de tecnología.
— ¿Se concluye que fue una falla tecnológica?
—En una parte de la novela hay un breve pasaje de una científica noruega, ellos lo estudiaron seriamente porque si pasa alguna catástrofe están directamente involucrados por la cercanía. Traté de resolverlo bien porque la explicación es muy compleja. Para abreviarla es un poco lo que se cita en la novela es la relación entre las nubes y la posición del Sol y de la Tierra. Nubes muy altas que, de alguna manera, por unos instantes, hicieron que aparezca en el sistema de satélites imágenes que parecían como misiles y no eran tales.
—Y la lucidez de Petrov y paradójicamente su muerte fue casi invisible…
—Paradójicamente, en un mundo hiperconectado, una muerte como la de Petrov hubiera merecido al menos veinte líneas en un diario. Este libro en buena parte es eso, una redención al camarada Petrov.
Nació en abril de 1952 en Rosario (Argentina), vivió exiliado en México entre 1977 y 1982 y desde 1983 reside en Buenos Aires. Publicó investigaciones y ensayos: Agustín Tosco, El Club de los Poderosos, La ideología del poder económico, y libros de ficción que han sido traducido a distintas lenguas: Fordlandia, No te fíes de mí si el corazón te falla, Un puñado de gloria, Ojos Negros y Los Cuerpos y las Sombras. Se desempeñó como profesor regular de la UBA, primer embajador argentino en Angola y ganó dos premios nacionales de economía, en 1994 y 1998. También fue distinguido por los gobiernos de Bolivia, Brasil y Chile. Su novela Fordlandia resultó finalista del Dublin Literary Award y el periódico The Washington Post la seleccionó como una de las cuatro mejores del año 2002. The New York Times, por su parte, consideró que las novelas de Sguiglia remiten a las obras de Conrad o Kafka, en las que, frente a los extremos de un universo indiferente, los seres humanos tienen que ponerse de acuerdo con sus propios paisajes interiores. Sguiglia integró los jurados literarios de Casa de Las Américas (Cuba) y Casa del Teatro (República Dominicana) y fue uno de los siete creadores latinoamericanos premiados por la Fundación Rockefeller para residir en el Bellagio Center Arts&Literary Arts de Italia en 2017.
Nota publicada en Diario Conclusión
¿Qué festejamos?. “Para Diego, como para muchos compatriotas y pese a todo lo vivido en el país las últimas décadas, el nacionalismo, el imperialismo y lo popular siguen teniendo una gran influencia en su ideología”.
Por Graciana Petrone
El 22 de junio es el Día del Futbolista en Argentina, fecha que se instauró por el gol de Diego Armando Maradona a los ingleses en el Mundial de México de 1986. Justamente, este jueves se cumplen 37 años de aquel tanto emblemático que quedó en la historia como “El gol del siglo”.
En tanto, pasión y fútbol como espectáculo, enarboló aún más a la figura del ídolo fallecido en noviembre de 2020 otro gol del mismo partido, el de «La mano de Dios» cuando Víctor Hugo Morales relató: «Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?».
Pero, ¿por qué para los argentinos ese tanto fue tan significativo?
Estos fenómenos emergentes están relacionados con el proceso de evolución de cada pueblo y con su acervo histórico que generan el caldo de cultivo para su gestación.
El Diego. Pibe de barrio, pelota de trapo y tardes de potrero. Doña Tota que racionaba la comida en la olla para estirar el plato del día hasta el siguiente. Don Diego, un laburante y por las tardes, tal vez parroquiano del club del barrio con tute cabrero y vino tinto. Así creció el autor del gol a los ingleses el 22 de junio de 1986. Con los años, dejaría la pobreza de Villa Fiorito y se transformaría en un fenómeno mundial, ídolo de multitudes.
¿Emergencia necesaria en los primeros años después del retorno de la democracia en el país con un marcado apoyo a los proyectos políticos nacionales y populares o la necesidad de crear un ícono en el imaginario colectivo a través del cual identificarse?
“Para ser sujeto social se debe tener una conciencia histórica que denota una memoria, una identidad, visiones de futuro y que las imágenes hacen parte de su culturización, en el sentido en que se dirijan las prácticas. “El Diego” es una imagen, un elemento producido por el imaginario colectivo en relación estrecha con la necesidad popular y su cultura”, señala el político y sociólogo brasileño Emir Sader en un análisis sobre el fenómeno Maradona.
Gino Germani, referente de la sociología argentina y latinoamericana, no llegó a ver el gol de Maradona a los ingleses, sin embargo, sobre la construcción de las sociedades modernas señala en uno de sus estudios que “durante el accidentado proceso de transición de sociedades autocráticas y oligárquicas a formas modernas e industriales, aparecen movimientos que no se integran al sistema de acuerdo al modelo liberal y que adoptan, en cambio, expresiones populares y que “esas masas populares entendieron que la única forma de ganarle al modelo capitalista no estaba en la sincronía del mundo globalizado sino en las vías rápidas que dependieran de habilidades individuales”.
Maradona es el exponente cabal de la necesidad del imaginario argentino. La reivindicación del planteo de la antigua sociología funcionalista latinoamericana que destacaba “la importancia del líder carismático en los fenómenos populares.
La dupla Argentina-Maradona funcionaba “aceitadamente” y “uno se reflejaba en el otro”. Incluso, el “ídolo Maradona” expresaba claramente el sentir de muchos argentinos que lo habían adoptado como símbolo y bandera.
“Para Diego, como para muchos compatriotas y pese a todo lo vivido en el país las últimas décadas, el nacionalismo, el imperialismo y lo popular siguen teniendo una gran influencia en su ideología”, sostiene el periodista Carlos Malamud un artículo.
De esta manera, establece una relación entre el posicionamiento de la Argentina ante la guerra de Malvinas y de Maradona en el Mundial 86. “La imagen de Diego contra el mundo es equivalente a la del país contra el mundo, una idea fuertemente presente en la ideología nacional”.
La historia de Maradona es la del aquel de barrio que se trasforma en ídolo y, dice Malamud, que “en su deseo de agradar a todos se convierte en un trasgresor permanente”.
A los 55 minutos del partido de la selección Argentina contra Inglaterra en el Mundial de 1986 Diego Maradona empezó la carrera desde su propio campo, imparable hizo 52 metros esquivando y a cinco jugadores contrarios: Hoddle, Reid, Butcher, Fenwick y al arquero Shilton. Todo ocurrió en en poco más de 10 segundos antes de convertir el mejor gol en la historia de los Mundiales en el Estadio Azteca de la Ciudad de México ante 114.580 personas, señala Telam.
El doblete de Maradona, que también había sido autor de la «Mano de Dios», quedó en el corazón de todos los argentinos, con las heridas abiertas apenas cuatro años después de la Guerra de Malvinas en los últimos tiempos de la Dictadura cívico-militar.
Una carta a los lectores en un portal de Balcarce mostró la prohibición del director del INTA para que una investigadora haga públicos los resultados de un estudio de agrotóxicos en humanos.
La carta a los lectores que el activista medioambiental Santiago Ortigosa Reguera publicó a fines de junio pasado en el portal MinutoBalcarce generó conmoción en el ámbito académico y luego se extendió fuera de los muros de las casas de altos estudios. En la misiva decía que la investigadora independiente del Conicet y del INTA, Virginia Aparicio, había sido censurada por el director nacional del INTA, Carlos Parera, quien le prohibió difundir “los resultados preliminares de un proyecto internacional de investigación sobre los efectos de los agrotóxicos en el ambiente y la salud humana”.
“Ningún medio de Balcarce quiso publicar la noticia, hasta que después de insistir lo hizo Minuto Balcarce y a través de una carta, por lo que me tuve que armar de escritor en un minuto”, aseguró Ortigosa Reguera a Conclusión.
Y contó que es la segunda vez que Aparicio es censurada: “La primera fue por el libro «Plaguicidas en el ambiente» cuyos ejemplares fueron retirados de la biblioteca del INTA y luego de unos meses los repusieron”, dijo a este medio.
“Esta vez –agregó– no fue sobre resultados sobre tierra, aire o agua, sino también en el efecto que causa en los humanos. Pero los resultados están, ya que se trata de una investigación a nivel internacional”.
Es más, el activista contó que las personas que se sometieron a los estudios “tienen conocimiento de los resultados y que sólo uno salió a hablar”. “Las otras personas que se sometieron a las pruebas no han querido hacerlo”, señaló Ortigosa Reguera, autor de la misiva mediante la cual se supo de la prohibición a la académica de hacer públicos los resultados.
Iván Villarreal tiene 52 años, vive en Laguna Brava, en el partido de Balcarce. “Un lugar rodeado de agua y sierras”, pero también de siembra y fitosanitarios, tal como arrojaron los análisis que se le practicaron. El estudio mostró que tiene siete agrotóxicos en la sangre, doce en la orina y seis en la materia fecal, aunque asegura que “nadie sabe qué efectos puede provocar esa mezcla», contó a Conclusión Villarreal.
“Es como absurdo, el 21 de junio teníamos la reunión, el 19 está la cancelación, pero los estudios nos habían llegado la semana anterior”, dijo.
Al ser consultado por cómo se siente luego de saber los resultados, Villarreal reflexionó: “Es como que con el transcurso del tiempo y la vida cotidiana uno piensa en todos los pesticidas que puede traer tal o cual cosa y queda naturalizado. Al prestarnos a los estudios, para ver qué hay de cierto y al ver los resultados, por un lado, nos sorprendimos con la cantidad de productos que tenemos encima. Por dar un ejemplo, hay 16 productos que estoy respirando. Es demasiado”.
“Con esta historia de que el INTA censura la posibilidad de que los técnicos nos cuenten qué tenemos, qué nos puede ocasionar, si bien muchos están aprobados, no sé qué puede pasar si se combinan dos en el organismo”, dijo.
Villarreal tiene siete en sangre. También en la orina elementos como glifosato y astrazina: “Son de los que más cotidianamente hablamos, pero hablamos de cinco, seis y ocho. Algunos hasta diez”.
“Ahora, que ya sabemos, porque esto es un estudio, desde el INTA o el Ministerio de Salud tendrían que expresarse sobre el tema. Sino lo hacen seguiremos hablando y realizaremos un pedido administrativo”, aseguró.
Si bien muchas personas que se sometieron a los estudios no querían hablar, Villarreal dijo que ahora están intentando juntarse y pedirle al INTA la información, en especial porque son 45 personas del sudeste de la provincia de Buenos Aires (de las 73 que se ofrecieron para dar muestras en toda la Argentina), entre ellas de Balcarce, Necochea, Benito Juárez y Mar Chiquita, entre otros.
Y aclaró que los muestreos que arrojaron una gran cantidad de agrotóxicos fueron de personas que “viven en localidades con mucha distancia entre unas y otras”.
Villarreal dijo que el paso siguiente es pedirle administrativamente al INTA que les den explicaciones. “Ya lo tenemos, ¿pero vamos camino a qué?, ¿por la cantidad de algunos de estos productos vamos a tener alguna enfermedad?, y si es así ¿podemos prever como manejarla?”, reflexionó.
El hecho de que el director del INTA prohíba la conferencia de la académica, según contó Villarreal, “generó en algunos participantes una paranoia importante” y, en otros, la necesidad de que lo que ocurre “lo tiene lo tiene que conocer la comunidad”.
Más del 60 por ciento de los participantes que se ofrecieron para hacer el estudio viven en el departamento Balcarce. Villarreal explicó que es porque se estaba estudiando fitosanitarios que son utilizados para la papa, producto tradicional de esa zona. “Y que tiene que ver con la directora del proyecto a nivel nacional que es Virginia Aparicio, trabajadora de la experimental de Balcarce”, agregó.
Iván contó que además de la extracción de sangre y la entrega de muestras de orina y materia fecal, tuvo que llevar las 24 horas, durante una semana, una pulsera que iba absorbiendo los elementos que estaban en el aire. “A mí me dio que tenía 16 fitosanitarios o, mejor dicho, agroquímicos, en donde aparecen algunos que están aprobados y otros que no. Y los que no están, quiero saber qué consecuencias pueden traer”.
Iván se sometió al estudio en 2021 cuando tenía 49 años. Así figura en los resultados de los análisis que le entregaron los primeros días de junio en el que figura como ARG19 2021 y a los que Conclusión tuvo acceso.
“Al tener tanta cantidad de cuestiones encima, no solo quiero saber con qué calidad de vida voy a llegar al promedio de vida de 81 años, sino también si esto generará algún impacto en las generaciones futuras”.
Finalmente, Villarreal contó que entre las distintas personas que se sometieron al estudio, se está viendo que quienes son vegetarianos tienen mucha carga que los que cuentan con una dieta que incorpora carne. “No sabemos si es porque el animal, al ingerir su comida, procesa los agrotóxicos y de esa manear nos llega más indirectamente al cuerpo”, concluyó.
Virginia Aparicio es ingeniera agrónoma, doctora en Ciencias Agrarias e investigadora. El 21 de junio la académica iba a informar a la comunidad sobre sus hallazgos vía streaming y a “advertir sobre el peligro al que están expuestos los habitantes de los pueblos fumigados, como lo es Balcarce, pero no fue posible”, escribió Ortigosa Reguera en la carta a los lectores, confirmándolo a Conclusión en comunicación telefónica.
“El encuentro fue suspendido por decisión del director nacional del INTA, Carlos Alberto Parera, a través de una nota que envió a la investigadora el 15 de junio”, nota que además envió a este medio.
Aquí la carta publicada de Ortigosa Reguera
“En su estudio, un relevamiento biológico humano exhaustivo realizado en la primavera de 2021 en provincia de Bs. As (donde participaron habitantes de Balcarce), la especialista confirmó la presencia de agrotóxicos en orina, sangre y materia fecal; y también en el aire del lugar en el que las personas residen.
El trabajo de la investigadora forma parte del Proyecto Internacional SPRINT – Transición Sostenible de Protección Vegetal: Un Enfoque de Salud Global. Proyecto financiado por la Unión Europea (UE). Consiste en un consorcio de Institutos de investigación de 10 países europeos a los cuales se sumó la Argentina, a través del INTA.
Entonces, ¿hay algo que la sociedad Argentina no debe saber? Tener acceso público a este estudio, ¿a quiénes perjudica? Es sabido que INTA orgánicamente responde al agronegocio y a la ciencia empresarial, una ciencia limitada a responder sólo a intereses económicos a cualquier costo, y en perjuicio de la sociedad.
En un comunicado escrito por asambleas ciudadanas, movimientos campesinos, organizaciones socioambientales, sindicales, científicos e investigadores expresaron: “Lo que el INTA oculta e impide su divulgación es la fotografía tóxica de los cuerpos humanos evaluados en el SPRINT que seguramente se replica en todas las personas que habitan en los pueblos fumigados de la Argentina. Cuerpos que son impactados por numerosas sustancias que están ahí alojadas silenciosamente pero que tienen capacidad para generar cáncer, daño genético, funcionar como alteradores hormonales, generar disfunciones en el sistema nervioso y poseer efectos neurotóxicos.”
En resumen, se censura y prohíbe información sumamente valiosa y reveladora sobre los graves daños que provoca en las matrices ambientales y en los humanos el sistema agroalimentario industrial con el uso masivo de transgénicos y agrotóxicos.
Debemos preguntarnos de manera urgente y seria ¿Cómo nos alimentamos? ¿Cómo alimentamos a nuestra familia? ¿Qué agua tomamos? ¿Quién cubre la crisis sanitaria y ambiental de esta matriz productiva? ¿Qué ciencia se produce desde el Estado y cómo afecta en nuestras vidas? ¿Ciencia para qué y para quiénes hace INTA? La ciencia, una verdadera ciencia, se debe usar para saber lo que realmente pasa, primar lo colectivo y la honestidad por sobre los intereses de los sectores de poder y minoritarios. Debe ser una Ciencia para el beneficio de las Comunidades.
Los ciudadanos queremos saber qué sucede en nuestro territorio, es de nuestra incumbencia conocer el impacto de la Tecnología Agropecuaria en nuestros cuerpos. Por esa razón lógica, debemos repudiar el negacionismo, la censura y el oscurantismo de un Instituto Estatal contra los intereses del pueblo.
Santiago Ortigosa, DNI 34.961.423
Nota publicada en Diario Conclusión
Horacio Ferrer había dicho en una de sus visitas a Rosario que Troilo fue el gran creador de la modernidad del tango y, también, “el que le cambió la energía” al género.
Por Graciana Petrone
Cada 11 de julio se celebra en la Argentina el Día Nacional del Bandoneón, por el nacimiento de Aníbal “Pichuco” Troilo en 1914 o de “el Bandoneón mayor de Buenos Aires”, quien alcanzó ese mote al destacarse no sólo por tocar el instrumento de viento de origen alemán, sino por su talento como compositor, arreglador y director. Debutó un 1º de julio de 1937 con su orquesta típica en el cabaret Marabú y su constante creación sólo se extinguiría con su muerte, en 1975.
“Él quería sonar como Gardel y lo consiguió”, había dicho el maestro Horacio Ferrer hace 14 años en una de sus visitas a Rosario, en ocasión de la presentación de su libro “El gran Troilo”, un compendio de cien capítulos y casi 400 páginas inspirado de los programas radiales del locutor porteño Héctor Larrea por Radio Rivadavia y que reúne relatos que reviven diferentes momentos de la vida de “Pichuco”, como también fotografías y datos recopilados de otras obras del autor como “Adorado Troilo”, 1985; “La otra voz del abasto”, 1962 y “El libro del tango”, 1980.
Porque para Ferrer, Troilo fue el gran creador de la modernidad del tango y quien le cambió la energía al género. “Y de paso – agregó, con el particular sentido del humor que lo caracterizaba– también se la cambió a Fiorentino que era un cantor muy bueno antes de Troilo, pero extraordinario después de cantar con él. Eran Chasman y Chirolita. Esa voz fenomenal que tenía Fiorentino y después imitó Alberto Morán con Pugliese”.
Ferrer había dicho también que “la mayor virtud fue no tener defectos” y, que las virtudes fueron tan notables, que ocultaron cualquier imperfección. Con la autoridad que tenía dirigiendo, componiendo y siendo exigente con su orquesta. Además, que en sus 60 años lo que “Pichuco” hizo “fue vivir tres vidas” y que nunca habló mal de nadie: “El peor insulto que le escuché decir respecto de alguien fue ‘es un brócoli’, que es un insulto vegetariano, en definitiva”.
Apenas se levantaba se ponía a estudiar, a componer y a realizar los arreglos de su orquesta. Cerca del mediodía el “Bandoneón de Buenos Aires” se iba a Tibidavo, el cabaret de la calle Corrientes adonde ensayaba. “Si bien dejaba su vida en los ensayos, era muy exigente con sus músicos”, escribió Ferrer en su último libro sobre Troilo.
“Pichuco” compuso desde 1933 hasta 1975, año en el que murió. Maestro del bandoneón, se dice que era el mejor cantante porque “era él quien les enseñaba a los cantores cómo interpretar los tangos”.
Y la historia mostró que cantantes de la talla de Roberto Goyeneche, de Nelly Vázquez, Edmundo Rivero y Tito Reyes, entre otros, alcanzaron a realizar “creaciones únicas” de la mano de Troilo. Y también lo logró con Fiorentino, como había dicho Ferrer en una de sus visitas a la ciudad.
“Conocí a Troilo una noche en que fuimos con mi hermano al Club de Villa Crespo. En el momento que bajó del escenario mi hermano me pregunta si le voy a entregar la letra que escribí para Homero Manzi. Yo le respondo que cómo voy a hacerlo si estoy frente una deidad. Pero él se la llevó igual, mientras yo observaba lo que sucedía escondido detrás de una columna. Troilo abrió el papelito y preguntó: “¿Quién escribió esto?”. Entonces no tuve más remedio que aparecer, me dijo que era muy bueno pero que no le podía poner música a esos versos tan bellos porque acababa de escribir el tango Responso. “No quisiera que alguien de muy mala fe sostenga que hacer otra obra es estar comerciando con la memoria de un hermano mío como fue Homero Manzi. Responso contiene todo mi llanto para Homero, no puedo hacer otra cosa para él”, me dijo.
Me pareció de una rectitud y una ética congruente con la estética de su música. Y para demostrarme que era verdad lo que decía, nos invitó a una última vuelta que haría en el cabaret Tibidavo. Allí, me pidió que le escriba otra letra y que él le pondría música.
A la mañana siguiente, al regresar al barrio, los vecinos me dieron el Premio Nobel de Literatura de Villa Crespo”.
Nota publicada en Diario Conclusión
Sorprendido por el mensaje a los pueblos y gobiernos del mundo escrito por Perón en 1972, el antropólogo Claudio Vizia realizó una investigación exhaustiva sobre el líder del peronismo y la cuestión ambiental.
Por Graciana Petrone
En «Perón Verde. Ambientalismo y doctrina en el pensamiento y la obra del General Perón» (Ediciones Pueblos del Sur), el antropólogo social y magíster en Sistemas Ambientales Humanos Claudio Vizia desarrolla un trabajo de investigación a través del cual vuelve al pasado para dar con los pasos del General desde que era adolescente y vivía con su padre –que era boyero de estancia en el sur– y ya mostraba un fuerte interés por la naturaleza y la ecología. Pero para el autor hubo un quiebre que lo llevó a indagar sobre el tema, algo que además lo interpeló como peronista y ambientalista: fue conocer el “Mensaje Ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo” redactado por Perón en 1972 durante su exilio en Madrid. Un escrito que, según Vizia, tenía previsto presentarse en la Cumbre de la Tierra en Estocolmo ese mismo año, pero que “fue interceptado por los servicios de inteligencia”.
El libro surgió. como muchas ideas o proyectos, «de un modo bastante casual». Cuenta Vizia que en 2010 había terminado un posgrado en Sistemas Ambientales Humanos y que su tesis giró sobre la ecología en el pensamiento de Marx. Pero al cumplirse los 40 años del Mensaje ambiental de Perón, el autor leyó una una nota del periodista fallecido Miguel Grinberg, sobre el cual refiere que «fue un hombre de una gran trayectoria y uno de los primeros ecologistas de la Argentina», a tal punto de que fue el único periodista que estuvo presente en la Cumbre de Río de 1992, «que justamente se realiza en el vigésimo aniversario de la Cumbre de Estocolmo».
En esa nota breve, que salió publicada en un portal de noticias de Buenos Aires, Grimberg elogia el mensaje ambiental de Perón y explica la trascendencia que tenía. «Llega a la conclusión de que es una obra bastante olvidada por quienes dicen representar al movimiento. Yo tenía un absoluto desconocimiento de esta obra. Me sorprendió mucho. Soy ambientalista y soy peronista y no la conocía. En los años 70 cuando Perón regresó a la Argentina, yo estaba en la secundaria y tenía una vaga idea de que Perón había hablado de Ecología, pero no sabía exactamente si había escrito algo. Hasta ahí llegaba mi conocimiento».
—¿Cómo continuó el derrotero de la elaboración del libro?
—Inmediatamente lo que hice fue conseguir el texto y realmente me sorprendí porque es la primera obra, de carácter integral, redactada por un estadista, no por un especialista. Empecé a reunir información de contexto y me sirvió para tener una mejor formación doctrinaria porque mis conocimientos de los textos clásicos del peronismo eran bastante básicos. Me hice más peronista en el curso de la investigación que dio origen a este libro.
—¿Por qué es tan importante conocer el mensaje ambiental de Perón?
—Perón lo que dice en el mensaje es que hay que detener la marcha suicida que tiene la humanidad en contra de sí misma y en contra de la naturaleza, que es necesaria una reconciliación de la humanidad con la naturaleza y también de los humanos entre sí. Él recuerda el enunciado del principio de la tercera posición, pero dice que ahora esta cuestión es prioritaria y trasciende más allá de las ideologías y de las diferencias políticas. Hace una enumeración muy precisa.
—¿Cómo toma conocimiento Perón de lo que se estaba llevando a cabo a nivel internacional, estando exiliado?
—Perón estaba muy al tanto de los avances que iba teniendo el equipo técnico que preparó los documentos para la Cumbre de Estocolmo. Era un equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts que tenía como director a un canadiense. Pero el fundador del Club de Roma, que llevó adelante toda esta obra, fue Aurelio Peccei. Ahí está el vínculo con Perón porque Peccei fue, durante la década del 50, gerente en Sudamérica de Fiat y fue el encargado de montar la planta de Fiat en Córdoba.
—Uno de los tantos contactos claves de Perón…
Se habían conocido con Peccei en Italia en 1938, cuando se veía la inminencia de la guerra. Habían cursado juntos un seminario de Economía política en Turín y trabaron una amistad. Es una inferencia mía: el vínculo con Peccei siguió hasta los años 50 y Perón era una persona que era muy cuidadosa en sus contactos. En el “Mensaje ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo” y el documento “Los Límites del Crecimiento” de la Cumbre de Estocolmo hay cuestiones que son de información que coinciden. Esto se debía, sin duda, a un vínculo personal.
—Y no fue el único vínculo…
—No. Otro vínculo personal que tuvo Perón con la Cumbre de Estocolmo fue el de su amistad con Josué de Castro, un médico brasilero que escribió dos textos muy difundidos: “Geografía del hambre” y “Geopolítica del hambre”. Fue designado primer presidente de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) cuando la ONU crea este organismo. Hay testimonios de intercambio epistolar entre ellos y tuvieron, al menos, una entrevista personal en París. Son los vínculos que tenía Perón relacionados con la organización de la Cumbre de Estocolmo.
—¿Cuál es el camino que traza usted en Perón verde?
—Trato de ubicar cómo se inscriben estos desarrollos ambientales de Perón dentro de la doctrina peronista. Si analizamos en su conjunto a la doctrina, vemos que se compone de dos elementos: uno es el conformado por los tres principios que son soberanía política, independencia económica y justicia social, y el otro elemento es la doctrina propiamente dicha, la actualización de la estrategia teniendo como referencia a los principios teóricos en función de los objetivos nacionales que son la grandeza de la nación y la felicidad del pueblo. Pero la doctrina se va actualizando de acuerdo a las condiciones cambiantes del tiempo.
—¿Cómo se inscribe entonces lo medioambiental en la doctrina peronista?
—Considero que lo ambiental es el elemento más novedoso de la última actualización doctrinaria de Perón, que es un período que se inicia a fin de los años 60, para mí con “La hora de los pueblos”. Ahí empieza a hablar del papel estratégico de Latinoamérica como reservorio de recursos naturales y de alimentación y habla de que en el futuro las guerras pueden ser por el agua y por los alimentos y, que cada vez que el Norte necesitó de los recursos del sur, se los apropió por las buenas o por las malas. Él decía que tenemos que estar alertas para defender estas cuestiones que, así como son la fortaleza en nuestra región, también son un gran riesgo.
—Una percepción muy actual pensando en Benetton en el sur y lo que ocurrió recientemente en Jujuy con el tema del litio…
—Esto mismo lo repite, de alguna manera, aunque formulado en otros términos, en el mensaje ambiental que contiene una última parte que se dedica los países del tercer mundo: “Como países que tenemos riquezas naturales, debemos defenderlas con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios” y esto también cobra una gran actualidad. El interés casi descarado que la jefa del comando sur manifestó sobre la cuestión del litio. También hay que pensar en que las guerras de las últimas dos décadas son por el petróleo…
—¿Por qué lo ambiental como lo novedoso en la doctrina peronista?
—Me puse a comprar algunos documentos fundamentales del Justicialismo como el primer y segundo plan quinquenal. Todos los documentos empiezan por los apartados ‘político’, ‘económico’ y ‘social’, y luego hay otras cuestiones de relevancia como lo cultural, científico, etc. Comparados estos documentos con los estratégicos del último período, que son el modelo argentino para el proyecto nacional y los instrumentos de planificación, vemos que la novedad y como título, aparece lo ambiental. Por eso sostengo que es el elemento más novedoso que Perón introduce en su última actualización doctrinaria.
—En el libro partí de esta idea fundamental, de cómo se inscribe este mensaje en la doctrina e hice un recorrido retroactivo, estructurado en forma histórica. Distingo tres períodos: uno formativo en el que Perón está ligado a la cuestión ambiental, ante todo por su ascendencia étnica, ya que era de origen tehuelche por parte de su abuela materna y su abuelo paterno era coya. Tenía ante todo una relación con los hijos de la tierra que tenía que ver con su sangre. Por otro lado, en su infancia ayudaba a su padre que era boyero, administrador de estancia en el sur. Él andaba solo por el campo y tuvo la posibilidad de conocer a gauchos, indios, inmigrantes europeos y pudo apreciar lo que era la diversidad étnica del sur argentino.
—La cuestión de la tierra siempre estuvo muy presente. Hay una obra vocacional que él publica en 1934 que se llama “Toponimia Patagónica”, de terminología araucana. Eso fue durante su destino en Neuquén. Fue algo que hizo más allá de las órdenes de la superioridad. Lo hizo por su cuenta. Se dedicó a recorrer la Gran Patagonia y buscaba los epónimos, los lugares geográficos que tenían una denominación araucana. Entonces iba a esos lugares y se entrevistaba con ancianos o con caciques y le decían el significado que tenían y además el uso social. Trabajó de una manera como trabajamos los etnógrafos, haciendo trabajo de campo y hablando con informantes de manera bastante rigurosa.
—En ese mismo año Perón también publica un libro que le había encargado la superioridad “Memoria topográfica de Neuquén” en donde analiza con un gran rigor topográfico y un gran conocimiento del terreno. Fue un libro destinado a maniobras militares, pero también él saca sus conclusiones geopolíticas porque dice que en lo que es la frontera entre Chile y la Argentina, la población chilena está multiplicada por veinte veces sobre la población argentina y que eso constituía una potencial amenaza geopolítica.
Hay que recordar de que las hipótesis de conflicto clásicas, hasta que Perón las cambia, para el Ejército argentino eran los países vecinos: Argentina y Chile. Perón, justamente cuando formula y lanza el proyecto del ABC, la Unión Aduanera y Comercial entre Argentina, Brasil y Chile, con ese solo movimiento cambia la hipótesis de conflicto histórica de las Fuerzas Armadas argentinas y, a su vez, empieza a gestar una nueva unidad geopolítica en el sur.
—Parece como si Perón hubiera andado por los pasos de sus antecesores, cuando en el siglo XIX los gobernantes no sabían quiénes ni cuántos poblaban el sur argentino…
—Este libro que publica Perón puede dar una idea de lo que ha sido esta gran área geográfica que abarcó la gran migración mapuche al sur, que empezó a fines del siglo XVIII y se cerró a fines del ese siglo y parte del XIX. Para los que dicen que los mapuches son chilenos, bueno, es un prejuicio que encubre intereses ideológicos bastante reaccionarios porque la existencia de los mapuches en el territorio argentino era previa a la creación de las naciones.
El libro no está en los grandes circuitos comerciales, fue editado por Ediciones Pueblos del sur, que dirige Luis Mainelli. En Rosario está en Oliva Libros y Homo Sapiens, entre otras.
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El escritor argentino fue reconocido en su propia tierra después de su muerte, mientras que en Europa sus libros eran apreciados estando con vida.
Por Graciana Petrone
Un 22 de julio de 1990 murió en Cuernavaca, México, el escritor argentino Manuel Puig. Detractado por muchos de sus pares, su narrativa había transitado por fuera del boom latinoamericano de los años 60. Nacido en Coronel Villegas el 28 de diciembre de 1928, durante su infancia estableció una relación especial con el cine y con las divas de Hollywood protagonistas de los filmes de los años 50, estrellas que serían la inspiración para algunas de sus novelas como “La traición de Rita Hayworth” o “Pubis angelical”.
El vínculo que Puig tuvo con el cine desde niño, fue retratado por la periodista María Moreno en una crónica publicada en la Revista Ñ al cumplirse veinte años de la muerte del autor, y a la que tituló «A mi querido Coronel Villegas», y en donde escribió que «la relación que estableció con el cine fue similar a la que uno establece con las bibliotecas paternas».
Pese a que la narrativa puignana fluctuó en una delgada línea sobre lo que fue el boom latinoamericano, el autor fue reconocido en su propia tierra después de su muerte, mientras que en España o México sus libros eran apreciados estando él con vida.
Fue cuestionado por los conservadores de su época. El uruguayo Juan Carlos Onetti lo consideró de “folletinesco” y dijo también que “sabía cómo hablaban los personajes de Puig, pero no cómo escribía Puig”. El mismo Vargas Llosa afirmó que el argentino había llevado su homosexualidad a la literatura, al igual que en su vida, a lo que el escritor argentino le respondió a través de una entrevista a su colega de Perú refiriéndose a él como “una vieja amargada”.
Lo que con el paso de los años desentrañó la crítica argentina, con la que Puig había mantenido una relación muy tensa, es que utilizaba elementos como cartas o diarios íntimos para “intentar ofrecer un modelo para armar al lector”.
“Puig arma su propio mundo con la premisa de no despojarse de lo que está en su inconsciente, a la vez que le brida un espacio en su creación que es al mismo tiempo homenaje y dimensión crítica, y desdibuja la figura del narrador dejando ese protagonismo para un conjunto de voces”, agrega por su parte el escritor y docente José Amícola en “Manuel Puig y la tela que atrapa al lector” (1992).
En 1951 el escritor se anotó en la carrera de Filosofía y Letras, pero lo que realmente le interesaba era ser cineasta. A los 20 años cumplió con el servicio militar y poco después se fue a Roma con una beca del gobierno italiano para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografía.
Sin conseguir trabajo en Roma fue a París. En 1958 viajó a Londres y escribió su primer guión. En 1960 volvió a Buenos Aires y colaboró como asistente en tres películas. De regreso a Roma empezó a creer que no llegaría a ser guionista o director de cine, como era su ilusión.
Algunos de los libros de Puig forman parte del canon moderno de la literatura occidental. A través del cine, del musical y del teatro, sus novelas llegaron a públicos muy amplios en todo el mundo como “El beso de la mujer araña” o “Boquitas pintadas”, siendo que ambas fueron llevadas a la pantalla grande, la primera, con dirección Leopoldo Torre Nilson. Sin embargo, en la Argentina de principios de los 90 había quedado confinado a un reducido círculo de lectores informados o instruidos.
Manuel Puig murió un domingo. Un locutor porteño comentó la noticia de su fallecimiento en la radio: «Según un cable de último momento, en México murió un escritor argentino que acá no suena; se trata de Manuel Puig». Ese comentario mostró que se trataba de un autor casi ignorado en su propia tierra.
Entre sus obras figuran Boquitas pintadas, «The Buenos Aires Affair», «Cae la noche tropical» y «El beso de la mujer araña», entre otras. Había nacido en General Villegas, provincia de Buenos Aires, el 28 de diciembre de 1932. También escribió guiones de cine y de teatro.
Nota publicada en Diario Conclusión
La masacre de Babi Yar fue la primera en ser masiva, es decir, en asesinar a miles de personas en una operación que duró dos días, mientras que en números es considerada la tercera dentro de lo que fue el Holocausto.
Por Graciana Petrone
La película documental “Babi Yar. Context”, del cineasta ucraniano Sergei Loznitsa, es un éxito en el Primer Festival Internacional de Cine de la Universidad Nacional de Buenos Aires (FIC-UBA). En ella el creador aborda el exterminio y la aniquilación masiva de judíos en Ucrania conocida, justamente, como la masacre de “Babi Yar”, genocidio que terminó con la vida de casi 34 mil personas en las barrancas que llevan el nombre del film, a las afueras de la ciudad de Kiev.
En el documental, Loznitsa reunió material de archivo, recortes de diarios, fotografías, dándole a la obra su impronta: mostrar la realidad, momentos sangrientos y de inmensa crueldad, pero utilizando para retratar esas escenas escalofriantes con secuencias en cámara lenta, silencios y algunas pocas declaraciones de sobrevivientes.
Loznitsa relata en su filme lo que fue el exterminio masivo de judíos en Ucrania que comenzó con una extraña convocatoria que salió publicada en diarios y panfletos y que decía que todos los judíos que habitaban en Kiev tenían que presentarse el lunes 29 de septiembre de 1941 a las nueve de la mañana en la intersección de las calles Mel’nikova y Dokterivskaya y, además, señalaba que quien desoyera la orden sería ejecutado en donde lo encontrasen.
Así, cerca de 34 mil judíos acataron las órdenes, con sus familias, sus maletas y otras pertenencias, pensando que los llevarían a otra ciudad. Pero no era esa la intención, sino que fue parte del exterminio que fue dirigido por la Alemania nazi con el fin de aniquilar a quienes consideraban de razas inferiores o impuras.
Si bien la persecución contra quienes profesaban la religión judía en Ucrania se remonta al siglo XIX, se agudizó con la llegada de Stalin al frente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (UESS) en la década del 30, y luego con la invasión del Régimen Nacional Socialista a Ucrania en 1941, en su intención de llegar a Moscú.
Tras la toma de Kiev y la derrota del Ejército Rojo en ese combate, el régimen alemán aprovechó la situación y puso en marcha el plan de aniquilamiento masivo a hebreos ucranianos que ocurrió entre el 29 y 30 de septiembre de 1941. “Nos juntaron aquí y nos llevaron hacia el camino de la muerte”, es uno de los testimonios más explícitos de la última sobreviviente de la masacre, Raisa Maistrenko, quien volvió a visitar el lugar en 2006, 75 años después del horror, y cuyo testimonio fue tomado por el diario The Times of Israel aquel entonces. Ella tenía solo tres años cuando vivió la matanza de Babi Yar.
El escalofriante operativo estuvo al mando de por entonces general Kurt Eberhard, junto con las fuerzas Obergruppenf+Urer, del Mando Militar del Partido Nacionalista, y el Escuadrón de la Ejecución de la Policía Secreta (Eisatzgruppe C), este último, con la ejecución de tareas específicamente ordenada por sus superiores de asesinar, no solo a judíos, sino también a gitanos y a referentes políticos.
Una vez que los judíos ucranianos habían sido conducidos a la barranca, eran obligados a dejar su equipaje, los llevaban al borde del precipicio, los hacían desnudarse y los ejecutaban. Los cuerpos caían al vacío por la ladera, de unos treinta metros de profundidad. En dos días, asesinaron a 33.771 judíos.
La pregunta de algunos historiadores es cómo pudieron los nazis llevar a cabo tal acto de aniquilación masiva en solo dos días. La respuesta fue que las barrancas en donde fueron ejecutados estaban en una zona poco poblada y rural. En las cercanías había una cárcel y un hospital de enfermos psiquiátricos, este último, había sido desocupado días antes por un escuadrón de las fuerzas que mató a los casi 750 pacientes que estaban internados, para asegurarse de que no fueran testigos de lo que sucedería.
La masacre de Babi Yar fue la primera en ser masiva, es decir, en asesinar a miles de personas en una operación que duró dos días, mientras que en números es considerada la tercera dentro de lo que fue el Holocausto.
Durante años Ucrania trató de tapar los hechos ocurridos, hasta que con la disolución de la URSS en 1991 comenzaron a tomar responsabilidad de la masacre.
Para 2026 está prevista la inauguración del Centro de la Memoria de la masacre de Babi Yar que contará con una docena de edificios en un predio de aproximadamente 150 hectáreas.
Hacia el final de Babi Yar. Context, su creador muestra imágenes que obtuvo de archivos de distintos orígenes y que muestran, además, cómo una vez que los soviéticos recuperan Kiev fueron recibidos con los mismos vítores con que recibieron a los alemanes años atrás.
Nota publicada en Diario Conclusión
Entrevista con la investigadora del Conicet Débora D’Antonio, directora junto con Valeria Pita, de la colección “Nueva historia de las mujeres en la Argentina” que se presentó en la Feria del Libro de Rosario 2023.
La colección “Nueva historia de las mujeres en la Argentina” (Editorial Prometeo) reúne a más de cincuenta autores especializados en la materia y constituye un valioso material de archivo para estudiantes y académicos, como también para un amplio público lector. Presentada en tres tomos, la obra está dirigida por las investigadoras del Conicet Débora D’Antonio y Valeria Pita quienes vieron posible elaborar una obra que pusiera en discusión algunas de las ideas clásicas de la historia tradicional.
El trabajo fue gestado durante la pandemia lo que contribuyó, según dijo D’Antonio a Conclusión, “a ir hacia atrás con una sensibilidad histórica que colocó el punto del incierto, de lo indefinido y de que el pasado también es una construcción fuerte desde el presente, y esas preguntas llevan a que el pasado se mueva”.
La colección, que hasta el momento cuenta con tres volúmenes y un cuarto que saldrá a la luz en octubre próximo en el marco de los “40 años de Democracia”, se presentará este miércoles 9 de agosto a las 17 en la Sala Hugo Diz, en tercer piso del Centro Cultural Fontarrosa, de San Martín 1080, en la Feria Internacional del Libro de Rosario.
—¿Como surge la idea de comenzar con una mirada desde el pasado al presente y de reunir a distintos autores abordando la misma temática desde distintas perspectivas?
— En principio surgió en medio de la conversación de dos amigas. Somos dos las directoras, quienes incursionamos en campos distintos. Valeria Pita que es especista del siglo XIX y yo del siglo XX, del pasado más reciente en nuestro país. Entrevimos que era posible hacer una historia que pudiera poner en discusión algunas de las ideas clásicas de lo que podríamos llamar la historia tradicional. Sobre la base del trabajo previo, de más de veinte años, donde también tuvimos un crecimiento y un desarrollo muy importante, como también de las autoras que invitamos a participar, tanto porque los temas se multiplicaron y los períodos se amplificaron, como también porque las preguntas que nos hacíamos veinte años atrás tienen hoy otro movimiento.
—Si bien la colección reúne a académicos especializados, no propone una lectura acartonada y academicista, ¿ese fue uno de los objetivos?
— Una de las ideas de esta obra es poner a disposición una serie de conocimientos que tengan un formato más accesible, más amable, que no sea un lenguaje crítico, sino poder comunicar los hallazgos que hay en materia de historia de las mujeres. Hace largo rato que venimos construyendo un espacio de trabajo, que tiene su historia y que también creció mucho en los últimos años. Sobre la base de ese armado importante de redes, de grupos de estudio y de la disposición de nuevos registros documentales, es que vimos que teníamos la oportunidad de poner en valor todo ese trabajo. Si bien es cierto que muchos de estos trabajos forman parte de recorridos que son más especializados, de gente que tiene recorridos investigativos en el Conicet, en las universidades, también vimos que era una posibilidad invitar a públicos más amplios a que ingresaran a estas historias.
Valeria Pita, directora de la colección, historiadora e investigadora.
—Cómo fue el proceso de selección de temas y materiales?
—A partir de lo que había disponible empezamos a jerarquizar los temas, los problemas, las preguntas, e invitamos a los investigadores e investigadoras a traer sus propias historias, la profundidad del trabajo con los documentos, la posibilidad de colocar las evidencias a funcionar en razón de las nuevas preguntas. Así apareció un primer índice y, a partir de eso, nos dimos cuenta que el trabajo era amplio y profuso. Lo que creíamos que se podía resolver en dos tomos terminó siendo en cuatro. Obviamente no significa que en esos cuatro tomos esté todo lo que se puede decir, siempre una dirección de obra y una selección, como en este caso, que significa jerarquizar ciertos temas sobre otros, o algunas preguntas sobre otras, pero a grandes rasgos creemos que tenemos una obra muy representativa de lo que se ha trabajado en la Argentina.
—¿Cómo influyó haber pensado la construcción de esta obra en pleno contexto de asilamiento por la pandemia?
—En pandemia todo estaba cerrado, no había encuentros, festejos ni clases. Nos tuvimos que reconvertir en muchos sentidos y también fue un modo de pensarnos a nosotras mismas en un contexto de total incertidumbre, de algo que teníamos previsto y que de golpe se trastocó todo. Eso nos llevó a mirar hacia atrás y pensar cómo serían las vidas de esas mujeres, que también tenían fragilidades, imprevistos, situaciones que quizás no pudieron resolver del modo que hubieran querido. Eso nos ayudó a ir hacia atrás con una sensibilidad histórica que colocó el punto del incierto, de lo indefinido y de que el pasado también es una construcción fuerte desde el presente y esas preguntas nos llevan a que el pasado se mueva. Vamos hacia atrás con nuevas ideas, con nuevas preguntas, incluso con nuevos conceptos. Fuimos muy cercanas a esta idea de que el pasado tiene mucho movimiento. Capturar esos destellos y esas huellas, quizás fue la invitación que le hicimos a las investigadoras que, aunque tuviesen un background con sus propios temas y objetos de estudio, lo pudieran dinamizar en este contexto nuevo.
—¿Hay un trabajo estrictamente de investigación que no pierde la cercanía con el lector común?
—Fue una apuesta, porque también parte de los sentidos renovados que nosotros queremos aportarle a la historia es la posibilidad de poder comunicar de una manera cercana, que no sea hiper especializada, crítica, pero a la vez sin perder el nivel y esos marcos por los cuales cada una de las investigadoras se distinguen en sus temas de trabajo. Efectivamente, como dirección de obra, fua acompañar esos procesos de escritura, de ponernos en cada uno de los artículos para deconstruir los argumentos, para que llegaran de una manera clara, profundizar históricamente y acercar al lector a estas historias que son muy disímiles y atraviesan distintos períodos y problemas. Uno muchas veces naturaliza sus propios temas y como que los da por sentado, pero cuando empezás a leer temas de otras personas te das cuenta que el que sabe es el que escribe, pero el que lee tiene que zambullirse en esa lectura y para que lo haga hay que entusiasmarlo.
—¿Cómo confluye esa suerte de historias que también están relatadas por imágenes?
— Además de la escritura, que fue un desafío muy importante, tuvimos un segundo desafío: una obra acompañada por mas de 600 imágenes que tienen mucha calidad. Transitamos la búsqueda de un equilibrio, trabajamos muchísimos con los acervos documentales de los archivos nacionales, provinciales y municipales que realmente son una gloria y que nos han ofrecido a cada una de las investigadoras, de manera gratuita, ese material. Eso nos permitió que cada uno de los artículos ofrezca, a quien lee, distinciones en lo visual que discuten o que presentan el problema desde distintas aristas. No es un guión aparte, sino uno que acompaña desde lo visual y profundiza sobre diversas cuestiones. Los artículos tenían una cantidad determinada de caracteres, porque también el espacio en la palabra hace a la manera de divulgar debidamente, entrelazados con el lenguaje visual. Hay panfletos de época, materiales que hablan de la vida cotidiana, poesías, literatura de cada una de los períodos. Todo eso encontró un modo de ser y un diseño que entienden que ese entrelazamiento entre lo escrito y lo visual permiten identificar escenarios.
—¿Cómo fue trabajar el pasado desde el presente?
—Fue un trabajo muy pensado y un aprendizaje. ¿Cómo ordenamos el material, a quién invitamos? Por otro lado, estaba la preocupación de acercar sin convertir ni aplanar el pasado que tiene su lugar, su especificidad y dialoga con el presente con sus diferencias, forjar esas historias en el ir y venir, con el problema que tenemos en la actualidad, pero a la vez distinguirlos de lo que ha sucedido en el pasado. Fue un desafío.
— ¿Cómo han ido evolucionando o reconvirtiéndose las mujeres a lo largo de la historia?
—La historia de las mujeres tuvo muchas claves de lectura, primero hubo una idea de la mujer como pura víctima, después una idea de una historia complementaria. Y esto discurre por otros lados, no por el que las mujeres siempre fueron víctimas, por el contrario, le damos mucho valor a la presencia femenina y a las posibilidades que tuvieron en sus propios términos las esclavas, las trabajadoras, las indígenas, las presas políticas, las políticas, las feministas, las enfermeras… Hay de todo en esta obra. Uno podría indexar un montón de temas, pero cada una de ellas, aunque estuvieron bajo estructuras que uno podría decir que efectivamente fueron opresivas porque el mundo del trabajo lo fue, porque muchas veces los hogares también fueron opresivos, siempre tratamos de buscar los resquicios para poder poner en valor la forma positiva en que esas mujeres pusieron en valor sus sueños, sus ilusiones, sus desesperanzas, sus modos de conseguir cosas, de peticionar, de conseguir su libertad cuando fueron esclavas, de conseguir mejores posicionamientos en el mercado de trabajo, de fugarse cuando fueron presas políticas.
—Es decir que esas mujeres, en distintos contextos y con los recursos que tenían, pudieron resolver esas situaciones…
—Sí, hay muchos ejemplo de los lugares que ocuparon, por ejemplo, impensados en el mundo editorial para para mujeres que estaban recluidas en los ámbitos domésticos y, sin embargo, desde esos lugares mujeres de clases altas utilizaron el ámbito del viaje o de poder recorrer el mundo para poder dar su visón sobre lo que estaban viendo en las historias contemporáneas y ponerlas en valor en el mercado editorial. Lo mismo desde las cocinas, cómo desde ese lugar las mujeres, en relación con las empeladas domésticas, pudieron armar esos manuales de cocina que fueron tan influyentes y que se armaron en esas trazas entre mujeres de distintos sectores sociales y razas.
—¿Esta colección constituye un interesante material de archivo para investigadores, estudiantes y público más amplio también?
—Completamente. Está en un equilibrio, justamente, que está muy bueno para poder ser leído por una joven de un colegio secundario, por una trabajadora interesada en su sindicato y para los profesionales también. Hay muchos debates historiográficos, pero alguien que no esté estrictamente en el mundo de la historiografía lo puede percibir, porque las personas intervienen discutiendo problemas, planteando nuevos y ofreciendo otras opciones sobre qué pasa si las mujeres se incorporan al mercado de trabajo, si se expande o no la noción de trabajo tal como ha sido entendida por una historiografía más clásica. Qué pasa con la política si solamente la vemos en el Parlamento o los partidos políticos y no la vemos en las calles, en las rutas, en las cárceles. Allí la noción de política también se expande. La obra se ofrece de manera más directa o indirecta, depende quién lea. Para un lector común está presente y se ve, pero también es interesante para un especialista en el tema, porque se ofrecen distinciones que marcan un tipo y una lógica de la historiografía.
—¿A cuántos autores reúne y qué temas aborda el cuarto tomo que está en proceso de edición?
—Son cerca de trece autores y autoras. Los temas son diversos y se inicia con la rebelión de las amas de casa en los años finales de la última dictadura militar. Es algo muy interesante. Hay un nuevo costado y es qué hicieron las amas de casa: el motín de las bolsas, cómo las amas de casa se rebelan contras las alzas de precios, contra el IVA. También aparecen las mujeres travestis que es una nueva manera de pensar en las mujeres, se introduce ahí todo el debate que el campo de estudio de historia de las mujeres y géneros viene tramitando desde hace más de dos décadas. Hay una historia festiva de las luchas de las travestis en la ciudad de Buenos Aires; una mezcla de la lucha que tuvieron contra el Código Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires que no está solamente visto en términos de persecución, sino de cómo se va construyendo una identidad muy nueva llena de brillos y lentejuelas. Es una mezcla de calabozos y de perfomance; están las lesbianas; lo que hicieron las mujeres sobrevivientes de los centros clandestinos de detención para modificar, tanto en el marco social como en el judicial, lo que tenía que ver con la comprensión de la violencia sexual en los espacios de detención; están las piqueteras, las indígenas, la cuestión mapuche. La idea es tratar de pensar problemas que tienen las distintas geografías del país.
“El arte tiene que ver con una decisión política.", dijo el artista plástico y médico pediatra Marcelo Gonella, en la inauguración de la muestra que reúne una series de impactantes dibujos.
la muestra “Cociente colectivo”, del artista plástico Marcelo Gonella, en la planta baja de la Asociación Empleados de Comercio (AEC), de Corrientes 450. Se trata de una serie de obras que reúne el trabajo realizado por el artista en la última década, atravesado por tema político social, con una mirada crítica.
“Fueron varias muestras que fui haciendo y terminó en lo que vemos ahora, pero arranó con “Poderoso Caballero” (don dinero), otro que era “Pecado capital” y que tenía que ver con el capitalismo y el neoliberalismo y, después, terminamos con esta que le pusimos Cociente colectivo”, dijo Gonella a Conclusión.
El nombre de la muestra surgió, según contó el artista, cuando acompañaba a su hijo estudiando matemática: “Estaba dando cociente, dividendo, y yo no me acordaba qué era cociente y es el resultado de la división, entonces creo que tenía que ver con eso, un poco con lo que estamos atravesando, que tiene que ver con conciliar. Cociente colectivo como el inconsciente colectivo, algo que tenemos incorporado como sociedad y algunas cosas que deberíamos cambiar”.
Se exhiben más de 15 dibujos impactantes que reflejan los distintos contextos sociales y políticos que se fueron sucediendo en el país durante los últimos años. “Hay obras que tiene que ver con la pandemia, otras con el tarifazo en su momento, temas que son tan vigentes hoy, que no parece que los hubiera hecho con tanto tiempo de diferencia”, dijo.
Gonella nació en Alcorta, en 1968. Llegó a Rosario apenas terminó el secundario, con la ilusión de estudiar Bellas Artes. “Pero como todo hijo de laburante, primero era ser médico, lo otro era un deseo, lo primero quizás como un mandato familiar o como que era la única manera de vivir, y lo fui postergando”.
Y continuó: “Me había anotado en Bellas Artes y nunca la pude empezar la carrera. Pasaron más de 20 años y, para mi sorpresa, seguía teniendo la matrícula de la Facultad y pude elegir los horarios y la pude hacer”.
En la muestra también hay dibujos que retratan a las infancias. Al respecto señaló: “Uno siempre dibuja lo que uno piensa y siente, para mí la infancia es muy importante porque es una etapa de la vida en donde se es muy vulnerable, sin herramientas para enfrentar lo que pasa alrededor. Siempre está presente el tema de la infancia”.
“El arte tiene que ver con una decisión política. Hay gente que se puede ofender, o no, pero bueno, son pensamientos y creo que la idea es que, en este momento en donde hay tanto enojo, la idea sería un poco en vez de enojarse, ponerse a dibujar”, concluyó.
Nota para Diario Conclusión
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Por Graciana Petrone
“El Soviet de Rosario. Rebelión de estudiantes y obreros anarquistas” es el título del libro que el periodista, escritor y profesor de Historia, Paulo Menotti, presentará este miércoles 30 de agosto a las 18 en la Biblioteca Argentina “Juan Álvarez”, de presidente Roca 731, acompañado por Pablo Suárez. Se trata de un trabajo de investigación que intenta echar luz y propone una mirada más exhaustiva sobre lo ocurrido el 7 de febrero de 1921 cuando un grupo de estudiantes de Medicina y de obreros anarquistas tomaron la Municipalidad de Rosario y “declararon un soviet”.
El autor señaló a Conclusión de que muchos historiadores lo tomaron como un hecho aislado, sin embargo, “entre 1917 y 1921 en Rosario habían pasado cosas muy importantes, que había sido un período de huelgas muy agitado” y a partir de allí es que Menotti comenzó a hacer una investigación y también una maestría sobre el tema.
—¿Qué fue lo que impulsó este libro?
—Surge porque algo había escuchado sobre el tema de profesoras como Alejandra Monserrat y Agustina Prieto, incluso había salido en un corto de History Channel como una rareza de la ciudad que unos estudiantes y trabajadores anarquistas habían izado una bandera roja en la Municipalidad de Rosario en 1921. A partir de ahí, yo estaba haciendo otra investigación, viendo diarios de la época y otros archivos y me empecé a dar cuenta de que entre 1917 y 1921 en Rosario habían pasado cosas muy importantes, que había sido un período de huelgas muy agitado. Empecé a hacer una maestría y tomé justamente el Soviet de Rosario.
— Se toma de referencia lo que sucedió con los Talleres Vasena y en la Patagonia, pero no se habla mucho sobre este tema. ¿Este libro viene a reivindicar parte de lo que fue movimiento anarquista en Rosario?
—Sí. A mí me parece que entre 1917 y 1921 fue un período de los más agitados de la clase trabajadora y nosotros lo conocemos a través de acontecimientos que fueron muy dramáticos como la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, La Forestal.
—Lo que nos dan en las escuelas secundarias…
—Son los más relevantes porque en algunos casos se hablan de dos mil muertos, en otros de 500 y de 200 también, es decir que fue muy importante, pero acá en Rosario hubo una conflictividad social muy importante como la huelga de los ferroviarios en 1917 adonde hay muchos muertos; una huelga policial en donde la Policía en vez de acuartelarse hace una asamblea con los anarquistas y después matan a 16 en una balacera. Después la masacre en la Plaza San Martín con gente protestando para que liberen a los detenidos por paros, son portuarios, y la Policía rodea la plaza y se abalanza a la plaza con sable en mano contra la gente dejando cincuenta heridos y dos muertos. Hay muchos acontecimientos cotidianos que casi siempre está muriendo una persona o hay muertes. El Soviet de Rosario es como que se instala en la cresta de esa ola. En La Forestal en ese momento se están enfrentando 500 hombres armados. El Concejo deliberante era opositor al intendente que era radical, y el Concejo empieza a echar gente y los municipales entran en paro, se arma una conflictividad muy grande en la ciudad, tumban tranvías, los prenden fuego, se agarran a tiros con la policía.
—El intendente decide parar los carnavales a causa de esto, no es un hecho menor, aunque parezca hoy una frivolidad, teniendo en cuenta lo que significaban los carnavales para la ciudad a fines del siglo XIX y principios del Siglo XX…
—A pesar de que los anarquistas también e oponían al carnaval, era una fiesta muy popular y el intendente los suspende porque y ya no puede contener la situación social y si bien no era una forma de declarar un estado de sitio, podría decirse que casi lo fue. En ese marco hay algunos historiadores, como Juan Álvarez que dicen que el Soviet de Rosario en realidad es una escena más de carnaval. Le baja el precio, intenta no darle importancia. Pero otros historiadores, y yo también, estamos viendo de que esta gente tal vez no estaba armada, que no se tirotearon o no hubo muertos, pero es como un acontecimiento más que corona todo lo que viene aconteciendo en la ciudad. Hay que comprenderlo en ese ciclo de huelgas, sino no lo podemos entender.
—Este ciclo de huelgas no es un hecho aislado, ¿se da también el marco internacional, en medio de la efervescencia que dejó la Revolución Rusa?
—Son repercusiones justamente de la Revolución Rusa que hubo en distintos lugares del mundo, y aquí también: de cómo los trabajadores, y también los anarquistas que después se oponen a la Unión Soviética porque a medida que va transcurriendo el tiempo se van desencantando, pero en ese momento hay un grupo de anarquistas que son llamados anarco bolcheviques, que simpatizan mucho con la Revolución Francesa y que piensan que es el momento de la revolución y están acariciándolo y por eso realizan estas acciones directas, como le llaman ellos.
“El Soviet de Rosario. Rebelión de estudiantes y obreros anarquistas” tuvo una gran repercusión en la Feria Internacional del Libro de Rosario 2023 que se llevó a cabo hace poco menos de un mes en la ciudad.
El libro se puede adquirir en las librerías rosarinas Buchin, Puerto Libro, Paradoxa, Puerto Libro y Oliva Libros, entre otras.
Nota publicada en Diario Conclusión
En el juicio que comienza este lunes 1° de agosto en Rosario se incorporan 62 nuevas víctimas del terrorismo de Estado y serán acusados cinco miembros de la Policía y un aparato de inteligencia paralelo que no habían sido llevados antes a la Justicia.
Por Graciana Petrone
Este lunes 1° de agosto comienza en los Tribunales Federales de Rosario el juicio Guerrieri IV, en el que serán analizados 116 casos de víctimas de la última dictadura cívico militar, entre ellas, 62 que se incorporarán y cuyas historias no habían sido llevadas a la Justicia, pese que pasaron más de cuatro décadas del golpe de estado del 24 de maro de 1976.
En este tramo de la mega causa que tuvo inicio en 2009 bajo el nombre “Guerrieri I”, llegará a juicio por primera vez el caso de Eduardo Garat, abogado y escribano militante de Montoneros, quien fue secuestrado en la madrugada del 13 de abril de 1978 y quien aún está desaparecido.
Otro de los casos que serán juzgados es el de Ricardo Massa, quien estudiaba medicina en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y fue desaparecido en agosto de 1977. Su madre, la referente histórica de Madres de Plaza 25 de Mayo Elsa “Chiche” Massa, murió en 2018 sin llegar a ver que se hizo Justicia para su hijo.
Otra de las causas que se analizarán en este juicio es la investigación sobre la connivencia de la Iglesia con las fuerzas amadas en el caso del ex sacerdote tercermundista Santiago Mac Guire, secuestrado en abril de 1978 en Rosario delante de su hijo Lucas de sólo cinco años y medio quien vio cómo una patota de tareas se llevaba a su papá, encapuchado, y dejando al niño sólo y llorando en medio de la calle.
Mac Guire estuvo privado de su libertad en un Centro Clandestino de Detención en un predio de la iglesia católica, puntualmente, el Ceferino Namuncurá, en Funes.
El secuestro, tortura y la posterior aparición del ex sacerdote, que había dejado los hábitos, se casó y tuvo cuatro hijos, “muestra la connivencia de la dictadura con la Iglesia” porque “ese lugar en donde estuvo detenido por primera vez mi papá fue vendido a la Aeronáutica”, contó su hijo Lucas Mac Guire a Conclusión. De hecho, se refiere al predio donde actualmente funciona el Liceo Aeronáutico de Funes.
—¿Cuál fue el camino para llegar hoy a este juicio como querellantes?
—Mi padre declaró ante la Conadep en 1984, él muere en 2001, pasaron muchos años y en 2009 en el primer tramo de la mega causa Guerrieri nos constituimos con mi madre como querellantes en el Juzgado de Instrucción a cargo del Juez federal Marcelo Bailaque. En esta cuarta etapa de la causa Guerrieri vamos a retomar, tanto el testimonio de mi papá como el de mi mamá que está fallecida. En este caso estamos citados todos, vamos a declarar al menos dos hermanos y quizás un tío también.
—¿Cuál será tu testimonio?
—La consistencia del testimonio tiene que ver, por un lado, con el secuestro de mi papá el 18 de abril de 1978 cuando estando conmigo, por La paz entre San Martín y Sarmiento alrededor de las cuatro o cinco de la tarde, recuerdo que iba con él en una bicicleta, en un asiento adelante, y nos cruza al menos un auto, nos caemos de la bicicleta, a mi padre le ponen una capucha y lo ponen en el piso del auto. Me dejan en la vía pública solo, lo que consiste en un abandono de persona, con el agravante que tenía cinco años y medio. A posteriori nos enteramos que habían secuestrado por esos días a distintas personas.
—¿Qué hizo tu familia para buscar a tu padre?
—Cuando mi papá desaparece mi mamá se va con nosotros y se presenta en el Obispado de Rosario para exigir que la atienda por entonces el obispo Guillermo Bolatti. Como mi padre había sido sacerdote, mi madre logra que Bolatti la atienda en persona. Nosotros éramos muy chiquitos, estábamos llorando, cansados y agobiados por una situación latente que era la desaparición de mi papá. Mi mamá le exige a Bolatti, le pide que por favor haga algo, que la Iglesia podía. Se sabía ya, y estaba muy impregnado en la opinión pública, de la connivencia como mínimo de la Iglesia con la dictadura. Años después nos enteramos, y es lo que iremos a reforzar a este juicio, de que la Iglesia fue cómplice y aportó con infraestructura edilicia, tanto como con capellanes, y demás recursos que tenía para que los centros clandestinos de detención funcionaran.
—La aparición de tu padre fue muy significativa tras la intervención de tu mamá, ¿cómo es que aparece?
—Desde el 18 de abril y por lo menos hasta fines de abril o principios de mayo, no nos queda bien claro, estuvo desaparecido. A partir de ese pedido de mi mamá en el Obispado, a los varios días recibimos una vista de Adolfo Luciano Jáuregui, (entonces jefe del cuerpo de Ejército con sede en Rosario). Fue aproximadamente el 25 de abril, en un allanamiento ilegal o por lo menos una intrusión en la que nos separan de mi mamá, nos encierran en un cuarto mientras la interrogan. Llegaron con una comitiva, soldados del Ejército, dispusieron entrar. Mi mamá les tuvo que abrir, estaba sola con nosotros y aterrada por todo lo que había pasado. Esto lo declara ella en 2010 y esto también forma parte de la causa y es lo que nosotros vamos a tratar de ventilar en el juicio.
—La connivencia de la Iglesia con la dictadura…
—Lo que termina de alguna manera de concretar esta idea de que la Iglesia aporta como mínimo en la causa de mi papá, es que es la misma Iglesia la que ayuda para que lo liberen. A los varios días de esta intrusión de este militar a mi casa nos llaman del Arzobispado y nos avisan de que mi papá había aparecido, que estaba en el Tercer Cuerpo de Ejército. Ahí hay una comunión, porque aparece a los días de haber ido mi mamá al Obispado.
—Pero no es a tu papá a quien traen…
—Ahí empieza todo lo que es el testimonio de mi papá, que está en Conadep. También el testimonio del sobreviviente Roberto Pistacchia quien cuenta lo que ocurrió desde adentro. Cuando lo van a buscar a mi papá, se equivocan de persona y lo liberan a Pistacchia por error. Tenían la orden de que tienen que pasar a la legalidad a Mac Guire y liberan a otro. Lo espera directamente Bolattii y, cuando lo encuentra, dice: ‘Pero este no es Santiago Mac Guire, vayan a buscar al Mac Guire que les pedí, pero este queda acá’, como diciendo que Pistacchia no debía volver a la clandestinidad.
—¿Qué ocurre cuando al fin aparece tu padre?
—Cuando lo traen a mi papá lo recibe (Eugenio) Zitelli, en ese momento capellán y a quien nosotros también denunciamos. Lo recibe quien era Cuy Donchi, de Gendarmería. Según la declaración en Conadep, estaban fumando y tomando café y ven que lo traen solados a la rastra porque no podía caminar solo y le preguntan que cómo estaba y mi padre que era religioso le contesta: ‘Qué le parece, el Señor me asiste’.
Con esto nosotros lo que tratamos de atestiguar, de poner como una prueba y una hipótesis es que tanto la Iglesia como el Ejército estaban trabajando juntos y con estos casos que eran pocos, porque tenemos que tener en cuenta que pasó un mes antes de Operación México, de que habían desmontado la Quinta de Funes y que a estos solados que lo traen de vuelta mi papá le pregunta a dónde había estado y le dice que en ‘Ceferino Namuncurá’, nada menos que un lugar de retiro espiritual en donde también estuvo muchísimos años Zitelli antes de morir.
—¿Parte de esa connivencia es lo que intentarán profundizar en el juicio?
—Sí. Nosotros creemos que mi padre estuvo detenido ilegalmente en ese lugar porque ya estaba desmontada la quinta de Funes y no podían alojarlos en otro lugar. Todos los detenidos habían sido repartidos, si no me equivoco, en Granadero Baigorria, la quinta de Amelong. Esto es lo que nosotros tenemos para contar.
“También vamos a intentar explicar que por más que mi padre sobrevivió y gracias, entre comillas a la Iglesia, fueron seis años de presidio en los que nosotros fuimos a verlo continuamente en el ex Batallón 121, en Coronda, a La Plata , a la cárcel de Caseros, y luego en Rawson. Durante todos esos años nosotros padecimos innumerables malos tratos, requisas en que nos dejaban desnudos. Éramos niños. También nos pasaba de que nos reboten la visita porque nos decían que mi padre estaba en castigo. Después de muchos años nos enteramos que eran como nichos húmedos, oscuros, donde les retiraban las frazadas a la mañana y quedaban todo el día sobre el porlan húmedo. Poder contar, también como hijos de preso, todos los padecimientos que atravesamos”.
—¿Cómo les afectó todo esto siendo tan pequeños?
—Obviamente el sobrevivió. Tuvimos más suerte que nuestros hermanos que perdieron a sus padres, madres, hermanos y que les robaron a sus hijos y nietos. Pero que este ensañamiento perduraba en el tiempo y hacía que realmente nosotros tuviéramos una vida desgraciada. De hecho, mis hermanos ni hablaban de que mi papá estaba preso, Yo lo pude hablar, fui de muy chiquito al psicólogo porque el shock traumático de haber vivido su secuestro quedó siempre.
—¿Todo esto que referís será parte de tu testimonio?
—De alguna manera poder graficar todo eso, que no solamente fueron las torturas, los malos tratos y los años de encierro, sino que también fue ese señuelo que se sembró en la sociedad, en todos los familiares que íbamos a ver a nuestros seres queridos. Previo a eso también pienso explayarme que dos años antes, incluso tres meses antes del golpe del 76 nos cayó una patota a mi casa. Justo no estábamos y el vecino nos dijo que nos fuéramos, porque vinieron a romper todo. Nos tuvimos que escapar a Paraguay una madrugada.
—¿Cómo fue su vida en Paraguay?
—Fue algo terrible. En Paraguay estaba (Alfredo) Stroessner, pero mi papa tenía unos sacerdotes que nos cobijaron en un monasterio antiguo totalmente abandonado. Una vida muy dramática. Andábamos dando vueltas, y ahí nos cae otra patota paraguaya, por alguna denuncia anónima, estaba el Plan Cóndor. Tuvimos la suerte de estar. La vida era salir a vagar todo el día y volver a la noche, pero por ahí también te caían a la noche.
—¿Cómo regresan a la Argentina?
—Fue un antes y un después, porque mi papá entra a la Argentina clandestino y nosotros con mi mamá tuvimos que entrar con documentos y visas perdidas. Fueron años muy terribles y eso es lo que queremos contar. Además de que la prueba de la hipótesis de que el Ceferino Namuncurá estaba vinculado con la Iglesia, es que en 1979 una parte del predio se vendió a la Fuerza Aérea. Si bien no es el Ejército, se puede decir que las fuerzas se prestaban los lugares y bien pudo haber sido un espacio que ya tenía cedido la Fuerza Aérea por medio de los Salesianos. Y también la coincidencia de que después Zitelli va resguardado allí, mientras que tenía pedido de captura y con recursos de amparo que lo ayudaron a estar en libertad, estuvo mucho tiempo ahí.
Nota publicada en Diario Conclusión
En plena pandemia una nueva manera de vivir obligó a cambiar nuestros hábitos al ciento por ciento. En ese contexto surgió Arte para conectarnos, convocatoria de La Cooperativa de trabajo La Cigarra, por iniciativa de la artista plástica María del Carmen Suárez, que traspasó las fronteras y se transformó en un libro.
Covid-19, laboratorio de Wuhan en China, alcohol en gel, barbijos, recaudos, pandemia, aislamiento. Todo fue una explosión de información, de accesorios y de nuevos elementos que tuvimos que incorporar para preservarnos de lo desconocido. En la parte más austral del Hemisferio Sur, los argentinos fuimos afortunados –si vale la palabra fortuna–, de haber visto con anticipación lo que pasaba en Italia, en España y en otros países de Europa – con el inverno en el viejo continente y también en parte de Asia–, en donde el coronavirus hizo estragos cobrándose la vida de miles de personas.
Esta pandemia inédita en los siglos XX y XXI, sin pasar por alto la gripe española de principios de 1900, ni la gripe aviar en los inicios del nuevo milenio que no llegaron a provocar el impacto del coronavirus, obligó a que nos adaptáramos a una nueva forma de vida. Uno de los primeros anuncios del presidente Alberto Fernández nos sorprendió repentinamente: “Quedáte en casa”, frase que llegó acompañada de órdenes y requerimientos que nos obligaron a cambiar nuestros hábitos al ciento por ciento.
Y nos quedamos en casa. Algunos sin trabajar, acomodándonos y aprendiendo a vivir con lo que, justamente, había en nuestros hogares. Las reuniones familiares, la asistencia a nuestros ámbitos laborales, los mates en el parque, los encuentros con amigos, el estudio, todo se redujo al espacio con que el que contábamos y a esa salida mínima a los negocios de cercanía para comprar lo indispensable en la que la bolsa ecológica para ir al supermercado funcionaba como un pase temporal a la libertad.
Durante el primer mes de la cuarentena, ante la necesidad de ocupar el tiempo, muchos dieron el puntapié inicial para hacer al fin esos arreglos en el hogar que por una cosa u otra siempre habían quedado postergados. En este contexto que, paulatinamente va quedando atrás, surgió “Arte para conectarnos”, iniciativa de la artista plástica y docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), María del Carmen Suárez, con quien La Cigarra – Cooperativa de Trabajo Limitada, que edita el diario El Ciudadano & la región, entre otras publicaciones, materializó la propuesta que superó las expectativas iniciales.
Una pandemia que cambió todo
“Esta situación de pandemia nos ha desafiado en todo y una parte, muy sentida, muy propia y querida, ha quedado en nuestro libro que no dudo será parte de nuestra memoria”, señala Suárez.
Primero fue una convocatoria a nivel nacional para todos aquellos que quisieran enviar un dibujo, una pintura, una obra de arte sin el requisito de ser un artista. La consigna fue hacer un dibujo con cualquier elemento que se tenga en casa: papel, recortes, lápices, biromes o pinturas y enviarlo vía Whatsapp. Las respuestas no tardaron en llegar. En ese contexto de seudo encierro y la necesidad de crear, acompañada por las nuevas tecnologías y las redes sociales hicieron que la propuesta exceda las fronteras y, en poco menos de una semana, recibimos trabajos de distintos puntos de la Argentina, como también de otras partes del mundo.
“Si bien estar cercana a los perfiles tan variados que nos hacen ver los hacer es artísticos me lleva a conocer cuanto ofrecen de gratificación a quienes se le acercan, la masiva respuesta a esta convocatoria me dio la alegría de sorprenderme”, agrega la artista y docente.
Fueron más de 430 obras, lo que nos llevó a un nuevo desafío: reunir todos los trabajos en un libro –por ahora virtual–, en donde están plasmados los “sentires dibujados” de cientos de personas tratando de retratar con sus manos sus vivencias en lo que fue el pleno aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado a fines de marzo pasado por el gobierno nacional.
“El momento que vivimos requiere calma y protagonismo, vencemos entre todos sabiendo cuánto el arte aporta como vehículo de emociones. Presentamos este proyecto con la aspiración de que sea de muchos”, había dicho Suárez al lanzar la convocatoria. Y así fue.
“Hay algo más: que un grupo de valiosos y comprometidos comunicadores nos haya “prestado” su voz para que esto se realice y conozca, me llena de confianza y optimismo para seguir transitando y valorando esta profesión que elegí y sigo eligiendo”, concluye la mentora de la iniciativa al presentar en sociedad el flamante libro virtual, un trabajo de hacer colectivo.
Por Graciana Petrone
Con el libro Expreso, de Beatriz Vignoli, la Editorial Biblioteca de La Vigil retomará nada menos que la colección «Poetas Argentinos» cuya continuidad quedó trunca cuando la emblemática institución de Alem y Gaboto fue intervenida durante la última dictadura cívico militar.
La serie está constituida por cuatro ediciones, únicamente de poesía, cuyo número inicial vio la luz en 1967 con el poemario Del otro lado, de Francisco Paco Urondo.
El libro de Vignoli, que se presentará este viernes 29 de abril a las 18.30 en Alem 3084, ya está disponible en librerías.
La redención parece ser, ante todo, lo que impulsa la flamante continuidad de una colección que tuvo como exponentes, además de Urondo, a Francisco Madariaga, a Hugo Gola y a Rodolfo Alonso quienes publicaron en 1967, 1968 y 1969, respectivamente.
Poetas Argentinos llega en 2022 para sanar. Al decir de Walter Benjamin, para repensar el pasado desde el lugar de los vencidos y reparar el dolor.
La Biblioteca, la editorial, las escuelas y todo lo que rodeaba a La Vigil, y lo que ese conjunto representaba para la comunidad fue arrebatado con botas y armas en 1977. No en vano la misma Vignoli cita al académico alemán en las páginas preliminares de su libro.
Después, aparecen los poemas que componen Expreso, con versos que se expanden suaves, indoloros, como hilos de agua que buscan en el barro algún surco por donde filtrase, penetrar en la tierra y volver en planta, animal, caricia o cielo.
Expreso seduce al lector para que éste se lo apropie de la forma que prefiera. Algunos de sus poemas fueron “escritos en una noche” o quizás porque a través del título la autora indica que dice, escribe, que entrega su poesía a partir de una sola palabra, conjugada en presente del indicativo, en primera persona.
Expreso (yo expreso, Vignoli expresa y todos terminamos haciéndolo a través de sus páginas), porque hablar, escribir, leer, crear o comunicar en cualquiera de sus vertientes es una manera de vivir en libertad.
Vignoli ofrece la constante búsqueda del deseo –nunca perdido– para encontrar el lugar más amable y “pueda volverse uno lector”, como dice Michel Pettit.
De eso se trata la lectura.
Más de cuatro décadas después, la colección renueva su apuesta y con una escritora mujer. La elección de Vignoli para la continuidad de la serie iniciada por el libro de Urondo no fue azarosa.
Una de las directoras de la colección, Romina Gianfelicci, señaló que si bien a Vignoli se la referencia con la poesía, su obra es vasta y prolífica, mientas que sus críticas literarias o sobre artes plásticas «son lecturas imprescindibles».
“Es difícil llegar a su altura. No hay muchas personas de las que uno pueda dar cuenta de la producción, de la calidad y de la amplitud que ofrece”, agregó.
“Por eso lo hacemos con Beatriz, lo que nos muestra que además de estar a la altura de la herencia de aquel proyecto enorme que era La Vigil, nos muestra también que estamos a la altura de los tiempos que corren y es que una mujer, por fin, llegue a esta colección”, dijo a Conclusión Gianfelicci.
A pocos días de presentarse Expreso, Gianfelicci adelantó que se trata de un poemario que está escrito en un lenguaje coloquial, cercano, amable y fácil de dejarse llevar por esas palabras. “Conserva eso de Beatriz, porque Beatriz tiene rock. Nunca abandonó esa posición un tanto rebelde y que le da sentido a la buena poesía, a la buena literatura y al buen arte en general”.
“Conservar esa veta de rebeldía y decir las cosas de un modo diferente, un poco provocativo, es lo que la identifica. Cuando digo que tiene rock, me refiero a que tiene encanto y, de esa misma manera, lo tiene su poesía”.
Los ejemplares ya están disponibles en las librerías de la ciudad y que también tiene un descuento del 40 por ciento para los socios de La Vigil.
Publicado en el Diario Conclusión
La murga Esa te la Debo se formó a partir de correos de dos amigos para sacarse la bronca. Las canciones se volvieron virales y generaron un público que pedía una presentación: así llegaron al tablado
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Desde un entorno social y político adverso y devastador como fueron los últimos cuatro años en Argentina, en “Los obreros de la tierra”, Luciano Trangoni desarma los objetos, los sentimientos y partes del pensamiento y del cuerpo para reconstituirlos de tanto avasallamiento
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Foto: Franco Trovato Fuoco |
Para la autora Irene Lis Gindin, comunicadora social egresada de la UNR e investigadora del Conicet, uno de los cambios de rumbo que tomó su estudio fue el hecho significativo de “cómo comenzaron a proliferar trabajos no académicos que hablaban del discurso de Cristina con una liviandad enorme"
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Foto: Franco Trovato Fuoco |
“Fuera de foco” es el tercer poemario de la premiada escritora rosarina Marta Ortiz. El libro abre el telón de un escenario de ausencias, de un eterno volver al lugar de lo perdido para así poder comprenderlo
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Foto: Franco Trovato Fuoco |
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PH: Hernán Rades Fotografía |
El cineasta porteño Alan Stivelman habla de su documental “Testigo de otro mundo”, trabajo que registra la regresión de Juan Óscar Pérez, un gaucho de origen guaraní que asegura que vio un ovni y dos extraterrestres cuando tenía 12 años
Por Graciana Petrone
Detrás de cada material artístico y bibliográfico de la muestra están, justamente, ellas, las que le dan nombre a la exhibición y que a través de la participación gremial se fueron abriendo paso en medio de un ambiente hostil
Por Graciana Petrone
En “La muerte duplicada”, interpelado por las víctimas del terrorismo de Estado durante la última dictadura, Sebastián Riestra (se) interroga acerca de qué pasa con ellos cuando en 2015 triunfó alguien que representa lo contrario y ocurre una segunda muerte, simbólica, que los vuelve a matar
Por Graciana Petrone
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Foto: Alejandro Guerrero |
Los objetos que integran la muestra, que incluye fotos de Gustavo Goñi y cuenta con curaduría de Mauro Guzmán y la participación del artista Mauro Caporali, iluminan el subsuelo de la sala ubicada en Balcarce 238
Por Graciana Petrone